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Alonso Cano no es una parada de metro

Atribuido a Charles François de la Traverse. Julio César y Cleopatra, 1726-1787. [1]

Atribuido a Charles François de la Traverse. Julio César y Cleopatra, 1726-1789.

La muestra es un experimento que juega con elementos que parecen antagónicos: el dibujo clásico en el espacio contemporáneo en compañía de retratos imaginarios recién realizados. Artistas del siglo XVII, como Juan Conchillos Falcó; del siglo XVIII, como Francisco Bayeu; o del siglo XIX, como Luis Álvarez Catalá, bajo la mirada de los personajes en tinta china de Martín Godoy rodeados de muebles de diseño.

Alonso Cano no es una parada de metro pretende demostrar así, o al menos lo intenta, que el dibujo clásico puede convivir perfectamente con piezas contemporáneas. El artista explica así su trabajo: «Me he centrado en pintores españoles del XVII. Los retratos de Alonso Cano, Velázquez o Zurbarán han sido realizados a partir de fotos encontradas en internet de gente que se les parece. Después, a la hora de dibujarlos, he tratado de mimetizarlos con el personaje en cuestión modificando los rasgos, el peinado y el vestido para aumentar el parecido».

Fernando Martín Godoy. Francisco de Zurbarán (1620), 2016. [2]

Fernando Martín Godoy. Francisco de Zurbarán (1620), 2016.

Estas obras forman parte de La mirada fantasma, una serie abierta con la que Martín Godoy trata de recuperar momentos de la historia del arte a través de material apócrifo, con la idea de crear imágenes nuevas de personas, instantes y lugares bien conocidos.

«Las obras presentan una disposición de página de libro o de revista, como si hubiera encontrado esas imágenes, hasta ahora inéditas, en publicaciones también desconocidas. En todas las obras, las sucesivas capas de tinta y acuarela velan las imágenes, como una metáfora del paso del tiempo, del rescate de la memoria», explica el artista.

Dibujos preparatorios

Francisco Bayeu. Figura alada. Estudio de pliegues, 1734-1795. [3]

Francisco Bayeu. Figura alada. Estudio de pliegues, 1734-1795.

En los siglos XVII y XVIII el artista utilizaba el dibujo como boceto preparatorio. En él copiaba estampas y modelos del natural con los que creaba la composición que le permitiría empezar a pintar o a esculpir. La exposición desvela que los pintores españoles necesitaron de los dibujos preparatorios a la hora de plantear sus composiciones y desmonta el tópico de que trabajaban directamente sin necesidad de bocetos previos.

Es curioso que cuando los historiadores han empezado a profundizar en los catálogos razonados de dibujos de distintos artistas, se han ido recuperando multitud de atribuciones ocultas entre obras que se suponía que pertenecían a artistas italianos o franceses.

El dibujo era una herramienta de trabajo, por eso raramente estaban firmados. En España, normalmente a diferencia de otros países, los dibujos configuraban unos cuadernos o álbumes de inspiración donde se mezclaban con grabados o láminas de otros autores. Solo después del fallecimiento del autor algunos ejemplares, completos o en hojas sueltas, salían a la venta. En ocasiones pasaban de unas manos a otras y la mayoría de ellos se han perdido.