Esta obra es un montaje que habla sobre la pérdida de la juventud y el miedo a ser abandonado con el que Angélica cierra la trilogía sobre China que comenzó en 2011 con Maldito sea el hombre que confía en el hombre: un projet d’alphabétisation y que continuó en 2013 con Ping Pang Qiu, ambas piezas estrenadas también dentro del marco del Festival.
La obra toma como punto de partida el tiroteo sucedido el 22 de julio de 2011 en la isla noruega de Utoya, cuando Anders Breivick asesinó a 69 jóvenes de entre 16 y 26 años. Este trágico suceso hizo que Angélica conectara la isla de Utoya con otra isla donde la juventud también se veía interrumpida, Neverland. Aquí, la dramaturga se identifica con Wendy y su miedo a ser abandonada.
Wendy como venganza
Como ella misma confiesa: «Nos volvemos cada vez más viejos, repulsivos y deprimentes, pero necesitamos ser amados. Lo único que tenemos que decidir es hasta dónde estamos dispuestos a humillarnos. Y si digo, yo soy Wendy, es para vengarme por todo aquello que me ha sido arrebatado. Si no puedo ser amada por los vivos, me asociaré con los muertos».
La música cobra protagonismo en el montaje de la mano de los valses creados por el genial compositor surcoreano Cho Young Wuk, famoso por sus colaboraciones con el cineasta Park Chan-Wook (que ha dirigido, entre otras, Old Boy, Gran Premio del Jurado en el Festival de Cannes en 2004).
El estreno absoluto de Todo el cielo sobre la tierra (El Síndrome de Wendy) tuvo lugar en el mes de mayo en el prestigioso Wiener Festwochen de Viena y, antes de su estreno en España, la obra pudo verse también en julio en el Festival de Aviñón.