Esta es la sexta exposición de Tàpies que comisaría Manuel Borja-Villel, ex director del Reina Sofía y de la Fundació Tàpies, y, confiesa, «posiblemente la que más he disfrutado», porque «ofrece una visión novedosa que tiene que ver con el momento en el que nos encontramos, al establecer un puente entre un artista enorme, monumental, que explica la historia de este país y la de Europa desde la segunda mitad del siglo XX hasta la actualidad, pero un artista, también, que se puede ver desde el hoy. Cuyas ideas, pulsiones, líneas de trabajo… tienen incluso más sentido hoy en día, cuando ya las ponemos en contexto histórico, que en su propia época».
El mundo a través de los ojos de un pintor
Asociado a la abstracción y al informalismo de posguerra por sus rasgos expresionistas, Tàpies se consideraba un pintor realista más que abstracto y su empleo inconfundible de la materia para crear formas y objetos le otorgan una identidad propia. Tremendamente prolífico (con cerca de 9.000 obras en su catálogo razonado, sin contar obra gráfica ni libros de artista), su trabajo se asemeja a un compendio en permanente construcción. En lugar de concebir sus obras de forma aislada, las relacionaba con otras anteriores y posteriores, una práctica que resulta crucial en su arte, siendo esta «conformación de entornos» una inspiración a la hora de seleccionar y mostrar las obras en esta exposición.
Artista autodidacta, gran melómano y bibliófilo, Tàpies escribió y reflexionó con profusión sobre la condición humana, su situación histórica y la práctica artística, especialmente sobre los límites y contradicciones de la pintura. Sus inicios están marcados por la herencia de las vanguardias históricas y su vinculación, hasta principio de la década de 1950, con el grupo vanguardista Dau al Set. A partir de entonces inicia una prolongada etapa de experimentación con la materia –caracterizada por el uso de materiales ajenos a la práctica artística como el polvo de mármol o el cemento– que le otorga el reconocimiento internacional.
A partir de los años sesenta lleva a cabo una serie de tentativas objetuales en las que la materia presente en su pintura comienza a cobrar la apariencia de objetos cotidianos, al mismo tiempo que emplea estos para la creación de obras tridimensionales. En este momento, además, su compromiso político antifranquista se hace más explícito en su trabajo.
El comienzo de la democracia en España, y con ella una nueva realidad cultural, coincide con nuevas investigaciones matéricas, la incorporación del barniz y la influencia de la espiritualidad oriental –reflejo de sus múltiples intereses– que dan lugar a obras más depuradas que alcanzan cotas de gran lirismo. En sus últimas dos décadas, atravesadas por el cambio de siglo, un sentimiento de nostalgia invade la obra de Tàpies: consciente de su avanzada edad, la muerte y la enfermedad se convierten en temas dominantes.
A través de las obras seleccionadas, algunas de las cuales no se han mostrado juntas desde hace mucho tiempo, esta exposición, que cuenta con la colaboración de la Comunidad de Madrid, muestra la prolífica trayectoria de Tàpies para resituar su trabajo e influencias en la historia del arte reciente. La muestra toma su título de la primera compilación de los escritos del pintor, publicada en 1970.
Itinerancia: Fundació Antoni Tàpies, Barcelona (17 julio de 2024 – 13 enero de 2025)
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«Siempre algo que decirnos»
Para Imma Prieto, directora de la Fundació Antoni Tàpies, esta exposición «es, sin duda, una ocasión maravillosa para volver a mirar el legado de un artista prolífico, sin duda el más importante de la segunda mitad del siglo XX español, pero no solo… Un artista que, de hecho, sigue permitiendo pensar el presente, nuestro presente, porque nos interroga de forma directa. Hay muchas maneras de definir a Tàpies, asumiendo que es un artista poliédrico, polifónico… pero la más importante es que día a día tiene algo distinto que decirnos».