A través de unas 250 piezas, entre dibujos y maquetas de arquitectura, instalaciones artísticas, audiovisuales, libros y diversos materiales, se explora el poder que ejercen los espacios como motor del deseo y muestra cómo la arquitectura ha contribuido al control de los comportamientos y a la creación de los estereotipos de género en nuestra sociedad patriarcal.
La exposición presenta algunos de los proyectos que se han distinguido por subvertir los modelos tradicionales y postular utopías de convivencia sexual o espacios privados concebidos exclusivamente para el placer. Revisa las propuestas de Claude-Nicolas Ledoux, Charles Fourier, Sade, Guy Debord, la arquitectura radical de los años sesenta y setenta, Carlo Mollino, Adolf Loos, Nicolas Schöffer, Wilhelm Reich, la arquitectura de Playboy y la obra de arquitectos y artistas contemporáneos.
1.000 m2 de deseo sostiene la necesidad de revisar la vigencia e interés de algunos proyectos especulativos radicales que parecen hablar directamente desde una distancia, en algunos casos, de más de dos siglos. Invita también a considerar cómo se construyen las sexualidades de acuerdo a determinados códigos culturales sujetos a normas corporales y discursivas, y cuál es el espacio del deseo y el placer en nuestra sociedad.
Además pone de manifiesto cómo la creación de ciertos paréntesis de resistencia a lo normativo nacen sobre todo de la arquitectura informal y de la apropiación de lugares. Evidencia de igual forma cómo la práctica de la arquitectura ha estado dominada hasta muy recientemente por hombres y que, en consecuencia, los espacios propuestos para el placer se imaginan desde un deseo y una fantasía masculinos.
La arquitectura, como diseño físico del espacio y como atmósfera, forma parte sustancial de nuestras fantasías. Muchos de los espacios expuestos no se han realizado nunca, solo han sido imaginados y se han construido a través del lenguaje o la imagen proyectada.
La propuesta se desarrolla en tres capítulos temáticos: Utopías sexuales, Refugios libertinos y Sexografías, e incluye varios espacios autónomos que funcionan como miniexposiciones, comisariados, cada uno de ellos, por diferentes especialistas: una reproducción del Centro de Entretenimientos Sexuales de Nicolas Schöffer (Eléonore de Lanvandeyra Schöffer y Guillaume Richard), un gabinete de lectura de ficción libertina (Marie-Françoise Quignard), una instalación dedicada a la arquitectura y a la revista Playboy (Beatriz Colomina y Pep Avilés) y una sala de cine porno a la manera de las de los años setenta (Esther Fernández).
También se presenta la instalación de nueva creación Right Into Her Arms, de William Kentridge, que el artista sudafricano ha realizado en el marco de su puesta en escena de la ópera Lulú, de Alban Berg.
Sexografías contemporáneas
¿Cuáles son los espacios en los que se mueve la sexualidad en nuestra cultura occidental? ¿Cómo actúan estos espacios para conformar y tipificar roles y prácticas? Desde las utopías sexuales de Ledoux, Fourier o Sade a las aspiraciones de las comunas hippies o de la arquitectura radical de los años sesenta y setenta, ¿cuáles son los programas que, a través del control del espacio, han pretendido incidir en las ciudades para definir o liberar los comportamientos sexuales?
De las petites maisons de la aristocracia francesa del XVIII, con estancias, decoración y mobiliario especializados, a los apartamentos de soltero propuestos por la revista Playboy, ¿qué papel juega la arquitectura en las estrategias de seducción? ¿Cómo se definen los espacios privados que han propiciado las intrigas libertinas?
Sexografías contemporáneas: de los megaburdeles a las apps, de los cuartos oscuros a los espacios de cruising, la pornografía, el cibersexo o la realidad virtual. A la libertad sexual de hoy muchos la califican de liberalización sexual. ¿Cuál es el tiempo reservado al placer sexual ahora que nuestros días están repartidos entre la producción y el consumo?