Esta muestra forma parte de nuestro especial 15 exposiciones extraordinarias junto al mar. ¿Quieres ver el resto de recomendaciones? [1]
Producida junto con La Fábrica, y comisariada por Oliva María Rubio, la muestra presenta un extenso recorrido por el trabajo de Madoz, ofreciendo una amplia panorámica de los diversos estadios por lo que ha pasado su obra, así como de su evolución y el cambio de los objetos que han llamado su atención.
Su especial modo de interpretar el arte a través de la fotografía y su visión poética han hecho de él uno de los creadores más interesantes de la escena artística contemporánea. Su trabajo muestra las relaciones escondidas entre los objetos e indaga en las trampas de la visión, abriendo una ventana a nuestra mejor comprensión del mundo.
Madoz quiere acentuar el acontecimiento y enfatizar la ironía que subyace en los objetos. Trabaja con ellos y se enfrenta a ellos de diversas maneras: el objeto encontrado, sin alterar, el objeto manipulado y el objeto inventado y construido por él mismo en su estudio. El artista se considera un escultor de objetos que opera desde el punto de vista de un fotógrafo y para él la fotografía es el registro de la memoria que le permite fijar sus ideas.
En los diversos procedimientos que utiliza: condensaciones, asociaciones, yuxtaposiciones, desplazamientos, ars combinatoria, encuentros fortuitos a los que somete a los objetos, Madoz se emparenta con los surrealistas en esa búsqueda de nuevos significados, nuevos parentescos, nuevos caminos por donde dejar vagar la imaginación. Hay también en estos desplazamientos, metamorfosis, combinaciones o búsqueda de relaciones entre los objetos, una especie de ligereza que se asocia con la idea de juego.
Algunos de los desplazamientos formales de este creador son mínimos, pero de una eficacia extraordinaria. Lo cotidiano le inspira las más curiosas asociaciones y en ellas hay siempre un trasfondo de juego. Gestos y construcciones donde consigue que lo más raro parezca normal, como cuando coloca una sandalia sobre una bota. Trata de mostrar cambios sutiles de las cosas, añadidos o sustracciones, desplazamientos o metamorfosis que generan una singular extrañeza.
Chema Madoz desarrolló a principios de la década de los 80 estudios de Historia en la Universidad Complutense, que compaginó con su formación fotográfica en diferentes cursos y escuelas de Madrid. Realizó su primera exposición en 1985 y a comienzos de los años 90 sus imágenes ya poseían un lenguaje definido y personal. Su mundo se centra en la presencia insólita y poética de los objetos que selecciona y dispone en escenarios íntimos, construidos por él mismo. En su obra, próxima a la poesía visual, la pintura y la escultura, los objetos descontextualizados se trascienden a sí mismos y enseñan algo que se oculta a una mirada ordinaria. Son metáforas fotográficas, juegos visuales, objetos dispuestos a sorprender y provocar al espectador pues, tras su apariencia habitual, revelan una singularidad que nos remite a una asociación inesperada. En sus imágenes la realidad resulta cuestionada e invita al espectador a la observación, la reflexión y a descubrir la poesía oculta de los objetos. A lo largo de su trayectoria ha recibido diversos galardones como el Premio Kodak (1991), el Premio Nacional de Fotografía (2000), el Premio PHotoEspaña (2000), el Premio Bartolomé Ros (2010) o el Premio “Overseas” Higasikawa, Japón (2000).Maestro metafórico