Pero la muestra no quiere ser, aunque incluya ejemplos de ello, una exposición de artes decorativas, sino un desafío a la tradicional separación (tanto en la modernidad como a partir de las vanguardias) entre las bellas artes y las artes decorativas y aplicadas, tan propia de la conciencia estética moderna. Así, se cuestiona la casi total ausencia del art déco en la historia del arte y en sus manuales y reivindica –tal y como ocurrió durante el revival déco que se produjo a partir de los años setenta– no solo su belleza, sino el interés y la complejidad cultural y artística de su particular carácter moderno.
Estilos e influencias
El “estilo” –o más bien la mezcla de estilos e influencias– que ahora llamamos art déco comenzó en París alrededor de 1910 como una reacción contra el Art Nouveau. En un intento por rechazar la imitación de estilos del pasado, el Nouveau había vuelto al simbolismo del XIX y a la naturaleza como fuente de las artes.
Los cultivadores del estilo que se llamaría déco continuaron con la pretensión moderna de crear lo nuevo, pero, al mismo tiempo, tuvieron a la vista y concentraron en sus prácticas una enorme variedad de influencias: desde los estilos nacionales históricos –en el caso de Francia, los de los siglos XVIII y XIX– a las tradiciones vernáculas, pasando por Egipto, la Grecia arcaica, África, México, Japón, China y, desde luego, los movimientos de vanguardia de los primeros 10 años del siglo XX, pues, como ocurrió con el Art Nouveau, los artistas-decoradores del déco estaban muy al tanto de las nuevas corrientes artísticas.
Ser moderno
Junto a esta característica capacidad de asimilar una gran variedad y disparidad de fuentes e influencias, el rasgo característico del art déco fue su intención de ser “moderno” y, por tanto, evitar las imitaciones directas. Pero el estilo déco quiso ser moderno –respondiendo a las condiciones impuestas por las últimas técnicas, el progreso industrial, las comunicaciones y la planificación urbana de la ciudad del nuevo siglo– sin seguir los estrictos principios de lo que después se llamaría “Movimiento Moderno”, que excluían la nota individual en el estilo, así como lo decorativo y toda forma ornamental, consagrando como principio rector la funcionalidad y la forma abstracta.
Más de 350 piezas
La muestra, organizada en varias secciones, cronológicas y temáticas, pretende narrar un fenómeno tan fascinante como poco conocido en profundidad. En espacios y ambientes de distinta envergadura combina reconstrucciones y recreaciones con más de 350 piezas de pintura, escultura, mobiliario, moda, joyería, perfumería encuadernaciones, fotografías, cine, arquitectura, vidrio, cerámica, laca, orfebrería, tejidos, dibujos, planos, maquetas, publicidad y revistas, que testimonian el gusto moderno y el aire de un tiempo –los años veinte y treinta en París– tan difícil de definir como presente en nuestra cultura contemporánea.