Siguiendo una secuencia cronológica, la muestra recorre diferentes periodos: su infancia y juventud en Alcalá de Henares y su posterior desarrollo en Madrid, para adentrarse en etapas cruciales de la historia de España, como la Segunda República y la guerra, y las duras condiciones de su exilio, que concluyó con su fallecimiento en la ciudad francesa de Montauban, donde su recuerdo sigue presente aún hoy en edía.
El objetivo esencial es recuperar, alejándose de los tópicos mantenidos durante décadas, la enorme y compleja personalidad del hombre, el intelectual y el estadista que luchó por abrir España al mundo y convertirla en una nación moderna. La muestra incluye fotografías y vídeos muy poco conocidos que acercan no sólo a la figura y a la obra de Azaña, sino también a la memoria de su tiempo.
Entre estas obras se cuenta la última página (firmada por el propio Azaña en noviembre de 1925) del segundo borrador de La vida de don Juan Valera, con la que ganó el Premio Nacional de Literatura; el manuscrito original de Mi rebelión en Barcelona; la carta autógrafa y telegrama de Azaña, dirigidos a Diego Martínez Barrio, renunciando a su cargo de presidente, o la mesa en la que firmó su dimisión en el exilio, que la familia que entonces le acogió en La Prasle guardó como una reliquia, así como todas las primeras ediciones de sus libros y traducciones.
Desde Alcalá
Manuel Azaña Díaz nació en Alcalá de Henares (Madrid) el 10 de enero de 1880. Licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza, presentó en 1900, en la Universidad de Madrid, su tesis doctoral: La responsabilidad de las multitudes. Para entonces ya había fundado en su ciudad natal la revista Brisas del Henares, y colaboraba en Gente Vieja. En ambas con el seudónimo Salvador Rodrigo.
En los años que transcurren entre 1914, cuando estalla la Primera Guerra Mundial, y la proclamación de la Segunda República en 1931, Azaña desempeñará el cargo de secretario y presidente del Ateneo de Madrid.
Después de haberse presentado dos veces como candidato por Puente del Arzobispo (Toledo) en las elecciones de 1918 y en las de 1923, apuesta ya claramente por la república que para él “será democrática o no será”. En 1924 escribe su Apelación a la República, un auténtico programa de Gobierno que rechaza drásticamente la dictadura. En su dimensión política, Azaña interviene de manera destacada en todos los grandes debates de su tiempo.
Cuadernos robados
Muchas de las claves de esos acontecimientos se desvelan en sus Diarios y, entre estos, cobran una significación muy especial los cuadernos robados que corresponden a los años 1932 y 1933. El hecho es que en 1937 un funcionario del Consulado español de Ginebra, que iba a pasarse al bando franquista, robó del despacho del cónsul Cipriano de Rivas Cherif, -cuñado y amigo al que había confiado esos escritos- tres de los cuadernos en los que Azaña relataba sus impresiones durante los años de actuación en el gobierno.
Esos diarios, durante sesenta años perdidos hasta que fueron encontrados entre los papeles del archivo de Franco, abordan aspectos y momentos clave de la historia de la Segunda República, como la sublevación de Sanjurjo; la discusión en las Cortes del Estatuto de Cataluña; las dificultades de aplicación de las leyes de reforma agraria y de congregaciones religiosas; el derecho al voto de la mujer o el final de la etapa del gobierno republicano-socialista.