El objetivo de confrontar obras del siglo XVII con creaciones contemporáneas es desvincular el concepto del Barroco de su percepción tradicional y distanciarlo de los estereotipos formales asociados con él. Así, la muestra no se centra en el Barroco como profusión de pompa, ornamentación y dorados, sino como manifiesto de una vitalidad precaria, una vitalidad exaltada, reconocida o perdida, proyectada y amenazada por la muerte.
La subjetividad
Pero esta muestra no es una mera ilustración de motivos, temas o analogías formales. El Barroco está asociado con el dinamismo, la sensualidad, el exceso y la teatralidad, alejándose de la solemnidad callada de las formas clásicas; al mismo tiempo se vincula a la idea de una época de inestabilidad y descomposición del orden establecido.
La exposición, organizada en colaboración con la Kunsthaus Zürich [1] (donde ya se exhibió), llama la atención sobre el hecho de que solamente a partir de 1930 obtuvo el Barroco reconocimiento universal, gracias a historiadores como Panofsky, quien lo vio fundamentado «en la victoria de la subjetividad, dirigido hacia la expresión del sufrimiento y del humor en iguales proporciones».
Cercanía a la vida
Barroco exuberante. De Cattelan a Zurbarán explora un enfoque que proclama la cercanía a la vida como una concepción de exuberancia vital, así como la paradoja de su pérdida, lo que conduce al significado del arte, e incluye préstamos de los principales museos de arte antiguo de Europa, como el Prado, The National Gallery (Londres), Kunsthistorisches Museum (Viena) o Städel Museum (Fránkfurt).
Con un montaje de inspiración cinematográfica, la exposición aúna la obra de grandes artistas del siglo XVII, como Francisco de Zurbarán, Alessandro Magnasco o Jan Steen, y la de creadores contemporáneos de la talla de Maurizio Cattelan, Paul McCarthy o Cindy Sherman, para mostrar realidades diferentes pero afines que se fecundan mutuamente y se retroalimentan, renovando la mirada del espectador.