El proyecto consta de 100 polaroids realizadas con una cámara de madera restaurada y acondicionada por Alan Prodanov, que convierten a Poets en una galería de retratos masculinos (y una mujer barbuda). Son figuras atrapadas en el instante preciso de su presencia y despojados de cualquier atributo externo que no sea la austeridad de su rostro descarnado. La imagen captada es la supervivencia fantasmática de su desaparición, sin otras señales que su propia bolsa de sombra.
Los modelos convocados (escritores, críticos de arte, profesores, coleccionistas, galeristas, directores de museos, filósofos, poetas, un fotógrafo y un antiguo legionario) son previamente caracterizados con una apariencia de abandono e indigencia, como personajes de una dramaturgia colectiva de la que aún no se sabe la trama. Todos son poetas, incluso los que lo son. Todos son hombres, salvo una sola mujer con atributo facial masculino. Están frente a un espejo sometidos a la implacable devolución de su propio rostro, crudo, sin aditivos, envuelto en el sudario de su propia expresión, como un abanico de patrones de masculinidad sentenciada.
Escultura teatral
Poets es una exposición de escultura en dos dimensiones, y, en su vertiente teatral, una suerte de casting o desfile de posibilidades donde encontrar los actores de un drama que todavía no se ha escrito. En sus obras propiamente escultóricas, Bernardí Roig ha trabajado a partir de moldes de escayola realizados a individuos de su entorno personal. Estos, una vez positivados, debían representar en forma de esculturas blancas los diferentes “papeles” que se les asignaba en ese gran teatro de apariencias que es una exposición.
En Poets el procedimiento es muy similar, con la diferencia de que en lugar de obtener la imagen a través de una duplicación producida por contacto directo de la materia (la escayola) con el sujeto (el rostro) y producir una matriz de semejanza (el molde) que luego será positivada para obtener la forma sensible de la apariencia (la copia), en el proceso fotográfico instantáneo de la Polaroid el molde sería la película fotosensible que se introduce en la cámara, y que, una vez abierto el diafragma, atrapa la luz y con ello la imagen. Esa captura, o molde de lo real, no es visible hasta ser positivada por un reactivo químico que permite la aparición de la imagen.
Tanto en un caso como en otro, la imagen obtenida no es una imitación, en el sentido clásico del término. No es fáctica, ni requiere de ningún talento, destreza o magia artística, sino que se trasvasa de un sitio a otro por procedimientos manuales mecanizados. Tampoco se da ningún tipo de interpretación o mediación. Más bien, donde la escultura instituye la semejanza como ritual de duplicación táctil, la fotografía instantánea lo hace como una retórica de duplicación óptica. Ambos procedimientos desembocan en la presencia de una ausencia.
Sobre Roig
Bernardí Roig [3] es uno de los artistas españoles más destacados de la actual escena internacional. Su trabajo multidisciplinar (escultura, vídeo, dibujo, textos) es una reflexión obsesiva sobre el aislamiento, la pulsión erótica y el deseo a través de un destilado lenguaje de herencia minimalista y conceptual y que sitúa a la representación de la figura humana en el epicentro de su problemática.