Una retrospectiva atípica en la que Óscar Alonso Molina, su comisario, ha evitado el modelo tradicional, que ordena lineal y cronológicamente, en favor de priorizar la producción última de este notabilísimo pintor, a la que ‘cruza’ con una selección de magníficas obras escogidas del pasado.
El propio Alonso Molina lo explica así: «Hemos reunido una serie de trabajos fundamentales en la trayectoria de Sanjurjo, pero hemos intentado evitar una antológica al uso que suponga una sucesión de momentos consecutivos de su recorrido vital. Por el contrario, este grupo escogido se centra en los últimos trabajos de su estudio, muy vivo y que está produciendo ahora algunas de sus mejores obras, y lo que hemos hecho ha sido atravesar este momento con otros anteriores de su trayectoria. De esta manera invitamos al espectador a explorar por sí mismo cuáles son los temas recurrentes en los que el artista lleva trabajando desde hace más de cincuenta años».
Sanjurjo, por su parte, recuerda que aunque la pintura «es un camino que que se puede recorrer de muchas maneras y que, dependiendo de las personas, tiene un ritmo u otro», se muestra «satisfecho» con esta exposición: «Me parece que ofrece un camino bien recorrido. Estoy conforme con él, me identifico, y eso es importantísimo, que estés de acuerdo, aunque nunca lo estás por completo porque el camino sigue».
Una retrospectiva, en definitiva, más compleja, en donde se aspira a poner de relieve el núcleo de la poética de uno de los creadores asturianos más importantes de este siglo, sus ideas recurrentes en torno a la pintura, que repercuten desde el pasado hacia el presente, y su producción estrictamente contemporánea. No se la pierdan.
Cuadros como menhires
Con estas palabras describe Ricardo Menéndez Salmón la pintura de Sanjurjo: «Esos cuadros como menhires que se irguieran en los bosques, a un paso de los acantilados, druídicos y solemnes. […] Una verticalidad de las telas que rezuma antigüedad y demanda una genealogía. Y a cuyo lado se despliegan las geometrías heridas, las manchas, los rosetones que se vuelven espasmos en la materia […] Tan difícil de escapar al hechizo de esos instantes negros y marrones, ocres y sanguíneos, añiles».