En este diálogo se destaca una colección excepcional de grabados de Miró pertenecientes al mundo secreto del artista. Bocetos, “garabatos” y trazos que dieron origen a las obras finales y que en su mayoría nunca han sido expuestos. A través de estas obras se pueden descubrir los caminos recorridos por sus procesos experimentales. En algunos casos se puede ver en el primer boceto la intervención artesanal del pintor con tinta y gouache, y luego la versión final estampada, donde se puede observar la misma matriz negra impresa sobre la plancha original, con las diferentes intervenciones de color.
Paralelamente se aprecia el excelente trabajo litográfico de Alexander Calder, tan poco común y tan completo en su universo artístico, sobre todo al final de su carrera. Las litografías recuerdan a menudo a su obra escultórica y sus móviles, casi como instantes efímeros de los movimientos que revelan formas orgánicas y elementos de la naturaleza o símbolos.
Teñida en sus característicos colores primarios, y frente a las pretensiones de indagar en las claves teóricas de sus universos, Calder-Miró bajo la mirada de un fotógrafo español muestra una faceta íntima a la vez que lúdica que desvela el pensamiento experimental y procesual de ambos.
¿Cómo se conocieron?
Joan Miró (1893 – 1983) exploró la faceta más imaginativa del subconsciente a través de formas orgánicas retorcidas, dibujos espontáneos, signos caligráficos, composiciones geométricas y colores primarios. Las artes plásticas fueron su vehículo para transmitir un espíritu rebelde frente a los acontecimientos políticos y sociales de la época. Por otra parte, el ingeniero mecánico Alexander Calder (1898 – 1976) comenzó con figuras de animales en madera y alambre, progresivamente simplificadas hasta la abstracción e, incluso, articuladas para ganar dinamismo. De esta manera surgieron sus famosos móviles, «chupin» o juguetes móviles colgantes, que darían el pistoletazo de salida para la escultura cinética. Pero… ¿cómo se conocieron?
Calder quedó muy impresionado por la obra de Miró tras verla publicada en una revista. Entonces decidió enviarle una carta y tras varios encuentros llegaron a intercambiar invitaciones, camisetas y dibujos, entre otros objetos. Más tarde, Alfredo Melgar (Madrid, 1944), que por entonces trabajaba como fotógrafo, siguió de cerca la trayectoria de estos grandes referentes hasta el punto en que forjó una estrecha amistad con ambos. Así pues, la Galería BAT ofrece una visión humanizada de los artistas de la mano de Melgar que, en la década de 1970, a partir de un encargo fotográfico para la Galería Maeght de París, pudo compartir anécdotas memorables con ambos creadores que quedarían plasmadas para la posterioridad.
Como Melgar contaba en 2014, «Miró y Calder, los artistas que rompieron la guitarra, dejan una herencia de reflexiones que no podemos ignorar; una nueva filosofía universal que tiene al Cosmos como centro y al hombre como parte; y una advertencia: quien no se adapta con tino y humildad a su circunstancia, debe destruirse para que prosiga lo demás. La larga historia de embelesos debe terminar».
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