El propio Erhardt explica así su interés por el tema de esta nueva serie: «Hace ya bastantes años que me empezaron a llamar la atención los puentes y viaductos que atravesaba o veía a lo lejos en mis viajes. Sus juegos con los vacíos; sus formas escultóricas; su plúmbeo y a la vez ingrávido porte; su gigantismo… Estas y otras cualidades me fascinaban y fascinan. También me atraen las relaciones que mantienen con el paisaje. Son un elemento extraño a él pero, por otro lado, se integran en el mismo y lo complementan. Algunos lo enmarcan, y así me recuerdan a un escenario teatral. En otros, sus pilares brotan de la naturaleza como monstruos esbeltos. Así es que empecé a fotografiarlos y lo que aquí se ve es solo una selección de lo alcanzado hasta ahora. Pretendo seguir esta peliaguda relación con ellos. Y digo peliaguda porque en su mayoría se muestran esquivos, no dejándose fotografiar como a mí me gustaría».
De formación fundamentalmente autodidacta, el contacto personal y las enseñanzas de fotógrafos como Isabel Muñoz, Javier Vallhonrat, Shelby Lee Adams o Harvey Stein contribuyeron decisivamente a la formación de Cano Erhardt [1]: «De la fotografía me interesa, y mucho, su carácter fragmentario en lo temporal y en lo espacial. La posibilidad que me brinda de ‘agarrar un cacho’ de la realidad en un momento y lugar dados y reproducirla a mi antojo. Y así, mostrar lo que yo quiero y cómo quiero». El fotógrafo bilbaíno centra su interés actual en proyectos de paisaje rural y de naturaleza, así como en, entre otros géneros, la fotografía de calle y urbana. En 2016 ganó el Premio de Fotografía ENAIRE y en 2018 el Premio FLECHA.
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De lo real en fotografía
Tal y como explica el crítico Luis Francisco Pérez en el estupendo catálogo que acompaña esta exposición, «las fotografías de Cano Erhardt se abren a un tiempo (de la imagen), a un territorio (de la representación), a una doble disciplina artística (la pintura de paisaje fotografiada), y a una rara y bella música (la del sonido del silencio). Nos encontramos, entonces, ante cuatro entidades estéticas que también son cuatro horizontes discursivos en torno a una cierta idea (compleja, problemática, interesante siempre) de lo Real en fotografía. De lo Real reconocible. Una pregunta pertinente en torno a esta cuestión sería preguntarnos cómo resuelve nuestro artista la muy productiva cuestión de la tensión existente entre percepción y representación, otro de los argumentos conceptuales más importantes de esta serie. Ahora bien, ¿hasta qué punto es real la refinada abstracción reconocible que de una manera tan visualmente sofisticada realiza Cano Erhardt por medio del paisaje? Máxime cuando ese paisaje es sometido a la violencia de puentes y viaductos (y de los que únicamente observamos partes y fragmentos), como si viéramos monstruosos animales prehistóricos en estas obras de ingeniería. La pregunta recién formulada no puede ni debe responderse. Forma parte del misterio de estas magníficas fotografías, pues son, en esencia, un soberbio hecho estético. Es decir, aquello que es inmanente y consustancial a su propia Forma».