La exposición se articula en torno a tres ámbitos evocadores de los diferentes estadios del itinerario mediterráneo realizado por el futuro Carlos III: su viaje hacia Italia, como príncipe heredero de los ducados farnesianos y del Gran Ducado de Toscana (1731-1734); el nacimiento de la Monarquía de las Dos Sicilias, tras la conquista de los reinos de Nápoles y Sicilia (1734-1759), y, por último, su llegada a Barcelona como rey, en 1759.
Infante de España y Príncipe de Italia (1716-1734)
Carlos de Borbón y Farnesio era el cuarto de los hijos varones de Felipe V y el primogénito de la reina Isabel Farnesio, segunda esposa del primer Borbón. Como tal se convirtió desde su nacimiento en el centro de la política redentorista española en Italia tras la Guerra de Sucesión. A través de la herencia materna, el infante estaba llamado a heredar de dos dinastías en declive, los Farnesio y los Médicis, los ducados de Parma, Piacenza y Toscana.
A la muerte del último de los Farnesio, en 1731, el infante emprende un viaje que le llevará a atravesar España bordeando el Mediterráneo, siendo el primer príncipe que visitaba los antiguos reinos de la Corona de Aragón tras la Guerra de Sucesión. Sus visitas a Valencia y Barcelona constituyen etapas determinantes el proceso de normalización de las relaciones entre los antiguos reinos forales y la nueva dinastía. El viaje del infante sirvió también para impulsar la circulación de personas e importantes intercambios culturales que marcaron el reinado del futuro Carlos III.
Su itinerario le llevará hasta Florencia y Parma, pasando por Francia. Dibujos, grabados o esculturas de monumentos a los que se refiere el Infante en su correspondencia (como la Ciudadela de Barcelona, la estatua ecuestre de su bisabuelo Luis XIV en Montpellier o la Catedral de Florencia) sirven para recrear el Grand tour del infante.
La epopeya de las Dos Sicilias: la edad heroica del rey ilustrado (1734-1759)
En 1734, las dinámicas internacionales determinan a España a emprender la conquista de los reinos de Nápoles y Sicilia, perdidos tras la Guerra de Sucesión. Don Carlos encabeza las operaciones militares. La conquista de aquellos antiguos reinos le consagra como encarnación de un viejo ideal heroico. Coronado como rey de «las Dos Sicilias y Jerusalén», inaugura un período de prosperidad y reformas en la nueva monarquía borbónica nacida en el Mediterráneo.
En este ámbito se evocará el renacimiento de la monarquía Dos-Siciliana en torno a una dinastía «propia e nazionale»: la Casa de Borbón-Dos Sicilias. Precisamente algunas de las más importantes obras expuestas provienen de la colección de S.A.R. El Duque de Calabria, Don Pedro de Borbón-Dos Sicilias y de Orléans, depositario de la herencia italiana de Carlos III. Algunas tan íntimamente ligadas a la vida del soberano como el mosaico de San Pedro llorando, que fue regalado por el Papa Benedicto XIV a los reyes Carlos de Borbón y Mª Amalia de Sajonia en ocasión del nacimiento del infante Don Fernando de Borbón, luego Fernando IV de las Dos Sicilias.
Reinar desde Barcelona
Por último, la exposición evoca la llegada de Carlos como rey a España a través de Barcelona, donde el nuevo soberano quiso poner los pies para inaugurar su reinado. Esta decisión de empezar a reinar desde Barcelona fue una íntima determinación de Carlos III –contra el consejo incluso de muchos de sus ministros, que recomendaban Cartagena para acelerar la llegada a Madrid. De esta forma, el nuevo soberano daba una muestra de sensibilidad a la hora de culminar la reconciliación entre la Corona y el Principado, para dar a Cataluña un pleno encaje en un proyecto reformista de España.
Entre otras medidas inscritas en esta lógica de reconciliación, el monarca tomó posesión de su dignidad de Canónigo honorario de la Catedral de Barcelona, antiguo privilegio de los Condes Soberanos de Barcelona; dispuso que se pagase a la ciudad la totalidad de los costes de la estancia de la Corte, e incluso condonó la deuda atrasada del impuesto del catastro acumulada por el Principado de Cataluña.
Algunas de las obras que de forma más destacada evocan esta visita real han sido restauradas para ser mostradas en la exposición. Cabe destacar el Códice de la Catedral de Barcelona que contiene el juramento del Rey como canónigo, las mazas que el Ayuntamiento de la ciudad mandó fabricar para la ocasión, o el importante retrato realizado por Manuel Tramullas que representa a Carlos III como Conde de Barcelona, prestado y restaurado especialmente por la Generalitat de Cataluña, su actual propietaria.
La exposición tiene lugar en el antiguo Palacio de los Virreyes, también conocido como Palau del Lloctinent, construido en el siglo XVI, y sede del Archivo de la Corona de Aragón desde mediados del siglo XIX. Durante su reinado, Carlos III tomó importantes medidas protectoras para el Archivo, que en 2018 celebrará el séptimo centenario de su fundación.
La muestra, organizada por la Orden Constantiniana de San Jorge y el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, se inscribe en los actos organizados para la conmemoración del tricentenario del nacimiento del rey Ilustrado, primer Gran Maestre de la Orden Constantiniana perteneciente a la Casa de Borbón.
Barcelona, capital española del mediterráneo
Barcelona acoge la única exposición dedicada en Cataluña a Carlos III en su tricentenario, poniendo de relieve la indeleble huella carolina en la Ciudad Condal. Si en 1731 la ciudad fue la jornada más importante en el viaje del Infante (desde dónde zarpó la flota con parte del séquito, equipajes y los ejércitos de Don Carlos), en 1759 Barcelona aparece de nuevo como un punto de conexión entre las capitales de los dos más importantes estados mediterráneos del momento: España y las Dos Sicilias.
La esperanza de un nuevo reinado bajo el signo de la reconciliación
El período que evoca la exposición es el de la forja del carácter y la imagen del futuro Carlos III. Si sus victorias militares le habían proporcionado un perfil heroico, su labor de gobierno mostró una nueva forma de reinar que incorporaba una noción moderna de políticas de bienestar público. Aspectos que favorecieron la buena acogida que Barcelona dispensó al nuevo rey, percibido como un nuevo comienzo en las relaciones entre Cataluña y la Monarquía, dejando atrás las heridas de la Guerra de Sucesión.