Maciá da forma así a dos intervenciones en los espacios del vestíbulo y en los vidrios que rodean el patio de la Fundación, en las que descompone estas referencias a través de la utilización de líneas y masas de color, y cierra además en esta exposición su serie Markers, iniciada en 2011, presentada ahora como instalación en torno a la necesidad del color a la que hace referencia Seoane en uno de sus textos, abogando por sacarla del plano hasta alcanzar unos volúmenes propios de la escultura.
El proyecto de Maciá para la Fundación parte de su interés por las intervenciones específicas, que en los últimos años convivieron con la obra estrictamente pictórica. Interesado por la actividad de la pichaçao que desde hace décadas se practica en las calles de São Paulo, Maciá presentó allí en el verano de 2105 el proyecto Cidade Cinza, tomando como punto de partida el profundo impacto que tiene sobre la ciudad y la población esa práctica y que entronca con el carácter propagandístico que la pintura mural pretende históricamente.
Conocedor entonces de la importancia del muralismo dentro de la obra de Seoane, el lucense genera una gran intervención en el vestíbulo que refuerza su interés por la acción sobre la propia arquitectura y que en este caso incide y remarca algunas de las decisiones de los arquitectos Creus y Carrasco para este edificio.
El trabajo sobre materiales de aplicación industrial que viene desarrollando desde sus inicios choca con el interés no por la limpieza de las formas y la uniformidad de los planos de color, sino por la necesidad de evidenciar los rastros del gesto y las imperfecciones propias de la mano humana.
Proveniente del campo de la pintura, el trabajo de Maciá pasa en ocasiones a desarrollarse sobre el espacio de intervención, superando así el soporte bidimensional y estableciendo un diálogo con la arquitectura que envuelve al espectador.