La muestra se apoya en recursos sonoros, visuales, documentales, de archivo y plásticos para proponer varios relatos sincrónicos que abarcan desde los inicios de la Edad Moderna en Europa hasta la actualidad. Estos relatos se centran en el trabajo de los herreros, las campanas, las cencerradas, la fiesta, la protesta, la música mendicante, los carnavales y ritos para sugerir genealogías hipotéticas sobre el uso del sonido como forma de posicionarse en el espacio público.
La exposición parte de la idea de que el sonido es “indelimitable”, como define el escritor Pascal Quignard, “no entiende ni de paredes ni de tapices” y atraviesa lo público para introducirse en lo privado y viceversa. A través de un recorrido histórico, utilizando grabados, reproducciones de pinturas y documentos de archivo, la muestra saca a la luz los primeros oficios expulsados a los límites de las ciudades a causa del sonido que emitía su trabajo –caldereros, herreros, latoneros, cuchilleros y chisperos– y la apropiación por parte de las clases populares de estos ruidos prohibidos.
Calderos, sartenes, cacerolas y cencerros han sido herramientas básicas de la protesta sonora desde el siglo XVII en Europa, tanto en el contexto rural como en el urbano, contra los que incumplían las normas comunitarias. El título de la exposición, Charivaria, hace referencia precisamente a uno de estos usos, la cencerrada (conocida en francés como charivari), la costumbre popular de humillar con ruido.
Por otra parte, en un recorrido simétrico de la exposición, se analiza la importancia de las campanas y las sirenas en la construcción de identidades y territorios y de cómo, en la subversión del uso habitual de estos instrumentos de infraestructura urbana, se consiguen generar distintas ideas de gobierno.
Protesta y fiesta
La muestra aborda la recuperación de los sonidos de las cencerradas en años más recientes con obras que muestran cómo la ciudadanía toma posición en las calles. Las caceroladas, que arrancaron con fuerza en Argentina tras el Corralito, se convirtieron en protagonistas contra los abusos de las clases políticas y financieras y demostraron ser una valiosa herramienta para el movimiento antiglobalización desde 2001.
En mayo de 2011, los llamados ‘indignados’ tomaron las plazas también al ritmo de caceroladas o cencerradas modernas. Algunas de las grabaciones que documentaron estos momentos de crisis sistémica se pueden escuchar en Charivaria, entre otros: ¿Cuál es el sonido de la guerra contra los pobres? (2007-2011), un disco del colectivo Ultra-red con sesenta minutos de respuestas a la pregunta procedentes de diversas partes del mundo: desde un checkpoint en Ramallah a un mecánico de Mozambique en Johannesburgo; el disco recopilatorio Sonidos en recesión (2014), en el que el colectivo La Escucha Atenta transmite desde un planteamiento fonográfico el devenir del día a día en una situación de crisis económica; o 15M: Un minuto para la historia (2011), el primer disco recopilatorio de artistas sonoros y músicos experimentales en apoyo del movimiento 15M.
En torno al carro
Charivaria se aproxima también a la cultura sonora desarrollada en torno al carro. El carro de bueyes, o “carro chillón”, es un antiguo carro de eje móvil cuyo sistema de frenado generaba un sonido peculiar, conocido como «ruido infernal» por muchos cronistas del pasado. Los ejes de aquellos carros se prestaban a ser afinados o diseñados, lo que puede ser comprendido como un antecedente primitivo del llamado diseño sonoro. La similitud con la práctica actual en los vehículos de motor, tuning, conforma el concepto central de la obra site-specific que Xabier Erkizia desarrolla en esta sección de la muestra con el fin de reflexionar sobre el volumen ético que ocupan las personas.
Una sección central de la exposición está dedicada a mostrar el trabajo de músicos y artistas que toman la calle como escenario para construir identidades subalternas, históricamente asociadas a la pobreza. Músicos ciegos que deciden vivir y tocar en la calle, como Moondog y The Space Lady, se contraponen con prácticas artísticas performativas como las de Cuidadoras de Sonidos o los paseos silenciosos de Vivian Caccuri: experiencias colectivas que generan reflexiones sobre la identidad cambiante de la ciudad. Otros apartados de la exposición se centran en el sonido en tanto que medio fundamental de carnavales, festividades invernales, solsticios y procesiones en distintas culturas europeas. Destaca en esta sala la exhibición de la colección de carracas, matracas y tabletas de Francisco Marcos Fernández, con más de veinte piezas.