Interesado por el trabajo con el cuerpo y su relación con el espacio, Ray comenzó su carrera artística en la década de los 70 en el campo de la performance y de la escultura minimalista, realizando obras como la conocida Plank piece I & II (1973), en la que insertaba su propio cuerpo como parte de sus esculturas. En sus trabajos posteriores daría cada vez más importancia a la subjetividad, y la presencia humana cedería espacio a obras escultóricas donde cobraba más relevancia la relación interna entre los objetos.
A principios de la década de 1990 comenzó a experimentar con un tipo de escultura figurativa que le ha servido para elaborar un lenguaje nuevo y personal y por la que ha recibido su mayor reconocimiento. En ella se aprecian figuras naturalistas y abstractas a la vez que simulan situaciones y sujetos normales, pero con un sentido extraño de irrealidad y alucinación, que a veces pasa por una escala sobredimensionada, una solidez excesiva o una relación específica entre espacio y escultura
La práctica artística de Ray aborda así cómo se relacionan los espacios y los objetos dispuestos en ellos. Partiendo normalmente de objetos y referencias cotidianas y cercanas trabaja intencionalmente con la escala de los modelos, poniendo siempre en tela de juicio las percepciones del espectador y provocando de esta manera una percepción tergiversada de una normalidad idealizada. Esta alteración perceptiva la obtiene también con una imitación tan precisa de las escenas más corrientes que al espectador le resulta difícil distinguir entre lo real y lo representado.
Datalle y rigor
Sus obras son resultado de un profundo estudio de la historia del arte, de la que toma constantes referencias con el propósito de plantear enunciados que se vinculen con la tradición y al tiempo estén enraizados en el presente. El detalle y el rigor con las que afronta sus piezas han hecho que su producción haya sido más bien escasa, a pesar de su larga trayectoria artística.
Para la exposición en el Palacio de Cristal, Ray recurre al imaginario de la cultura grecolatina, tanto en su aspecto formal como material. Muestra especial interés por los antiguos kuros griegos, estatuas desnudas de hombres jóvenes, unas piezas a las que atribuye el perfecto equilibrio entre el naturalismo y el idealismo, así como una cierta sensación de inmediatez y viveza.
Esta sensación es la misma que presentan las cuatro obras reunidas en esta exposición, como School Play [Juego escolar, 2014], en la que un adolescente con una espada de juguete, togado con una camiseta y una sábana, y calzado con unas sandalias de playa renueva el referente griego de Triptolemos. Esta actualización de los tipos clásicos es visible también en el desnudo femenino desprovisto de idealización de Reclining woman [Mujer reclinada, 2018] y en Horse and Rider [Caballo y jinete, 2014], autorretrato del artista a lomos de un caballo, a la manera de un condottiero, pero ataviado con pantalones vaqueros y sujetando unas riendas invisibles. La cuarta pieza presenta un joven desnudo inclinado, Shoe Tie [Atarse los zapatos, 2012]. Si nos acercamos tampoco es posible apreciar los cordones de ese zapato inexistente que el protagonista pretende atarse y cuya postura encorvada recuerda a El Espinario helenístico.
Con sus obras, el artista propone paradojas perceptivas al espectador, creando una relación física y sensible entre éste y las piezas que observa. Cuando el visitante se acerca o rodea una figura para verla con detenimiento, adoptando diferentes posturas, va creando una nueva lectura posible, siempre abierta al cambio con cada nueva interacción. Como afirma el propio Ray, “el sentido de la obra aflora cuando se entrelaza con la forma en la que la vemos”.