En 2008, Huarte dona su colección a la Universidad de Navarra, propiciando la creación del Museo. Esta consta de un total de 48 obras de 19 artistas y constituye un ejemplo muy singular de colección privada que debe entenderse en el contexto de coleccionismo y mecenazgo que desarrolló la familia Huarte entre las décadas de 1950 y 1970.
Geométrico y abstracto
La colección fue iniciada a finales de los años 50 siguiendo fundamentalmente su gusto personal, privilegiando el arte geométrico y abstracto, y centrándose preferentemente en autores españoles, aunque figuran en ella obras de Mark Rothko y Wassily Kandinsky, e incluso un Picasso de la última época.
La exposición, que por criterios de coherencia museística no exhibe todas las piezas, tiene como objetivo realizar una primera aproximación a la colección, subrayando la centralidad de la abstracción, la conexión entre pintura y escultura o la versatilidad museística de su carácter doméstico.
La idea para esta muestra es que vaya cambiando con la introducción de otras obras de la colección y crear así nuevos discursos, pero habrá aspectos que se mantengan, como las salas de Oteiza y Tàpies. En el futuro se podrán contemplar piezas de Jaime Burguillos, Manuel Gómez Raba, Manuel Hernández Mompó, Jean Ipoustéguy o César Manrique.
Montaje atípico
Destacan los grupos de obras de Oteiza, Palazuelo y Tàpies, tanto por la calidad de las piezas, como por el modo en el que éstas recogen la evolución de cada uno de los artistas. De Oteiza se incluyen además dos piezas singulares y únicas en la producción del escultor, el relieve directo Homenaje a Bach y la chimenea Elías y su carro de fuego, ambas de 1956 y que han debido ser cuidadosamente desmontadas de la casa de Madrid donde fueron instaladas originalmente para posteriormente ser montadas nuevamente en el museo en Pamplona.
A estos tres artistas se suman en otra sala nombres como Picasso, Kandinsky, Rothko, Luis Feito, Chillida, Eusebio Sempere, Gerardo Rueda, Manolo Millares y Manu Muniategiandikoetxea. Además de dos obras de José Antonio Sistiaga y Rafael Ruiz Balerdi que también están en el recorrido, acompañando las obras de Palazuelo.
El comisario, Santiago Olmo, ha eludido un montaje que siga un planteamiento cronológico o historicista, para preservar las atmósferas que crean los grupos de obras de un mismo artista, y porque se ha potenciado los diálogos de afinidades y fricciones entre piezas, dejando aparecer un hilo conductor discontinuo marcado por el color rojo en la pintura y por una cierta idea de movimiento en la escultura.
La exposición está acompañada de un catálogo que es también un catálogo de la colección, presentándola al lector pieza a pieza, y contextualizándola en su marco histórico.