Su vida ha sido recreada una y otra vez, y en esta reiteración se ha ido esculpiendo un personaje ya de dudosa semejanza con el referente original. «Siempre eché en falta un tratamiento más profundo y más justo con tan extraordinario personaje y cuando Ernesto Caballero me mandó este texto vi desde su primera lectura que era el espectáculo teatral que había que hacer», explica Vera.

Caballero reflexiona sobre las grandes preguntas de una época marcada por la intolerancia religiosa, la corrupción política y la ambición desmesurada de una monarquía absolutista cuyos ecos aún resuenan en la actualidad. «Mi principal propósito como dramaturgo ha sido crear un personaje poliédrico, sensible y perspicaz, decidido a sobrevivir al infortunio haciéndose fuerte en los infranqueables dominios de la irrealidad y la imaginación», afirma Ernesto Caballero, director del Centro Dramático Nacional.

Juana de Castilla, hija de los Reyes Católicos, fue arrastrada desde niña por todas las turbulencias, las intrigas políticas y religiosas de la época. Ya desde su nacimiento se vio rodeada por los gritos de agonía de más de cien herejes que a esa misma hora morían quemados al pie de la misma ventana tras de la cual la Reina Isabel yacía atravesada por los dolores del parto.

Indómita

Una mujer, una reina destrozada emocionalmente por sus grandes contradicciones, por su rebeldía, por su fuerte personalidad y por un enorme desequilibrio afectivo que cristaliza en ese paseo por el amor y la muerte que es su matrimonio con Felipe de Habsburgo. «Su prolongada reclusión así como su renuncia a encabezar la revuelta comunera bien pudieran simbolizar el rechazo o la incapacidad de adaptación a una nueva época cuyas directrices en lo referente a la acción política estaban plasmadas en El Príncipe de Maquiavelo», explica Caballero.

En este contexto, la reina se presenta ante el espectador caracterizada por la falta de adecuación a la realidad que hoy define un buen número de las dolencias mentales, pero, también, por un temperamento indómito y transgresor obstinado en contravenir las pautas de comportamiento convencionales. Y todo ello es posible gracias al talento de Concha Velasco que da vida a un personaje «que parece hecho a su medida», asegura Vera.

El montaje, una producción de Siempre Teatro y Grupo Marquina, ha sido visto ya por más de 100.000 espectadores en los mejores escenarios del país.

Oratorio dramático

La Reina Juana se pasó casi cinco décadas recluida en Tordesillas, alejada por su entorno más cercano de aquello que más quería: sus hijos. Personaje muy cercano para la memoria colectiva y ampliamente revisitado por la ficción como esa loca de amor que todos conocemos, se presenta en esta ocasión en formato de oratorio dramático, como ejercicio de enorme rigor pero también de indiscutible lucimiento para la actriz.

El argumento arranca con la confesión de Juana I de Castilla ante el padre Francisco de Borja la noche anterior a su muerte. A partir de ahí la monarca va desgranando en sucesivos flashbacks los momentos más importantes de su vida, mientras en su divagar invita al espectador a recorrer una buena parte de la historia de España. En este impetuoso monólogo la reina alza la voz con lucidez contra todos aquellos que la llevaron al destierro convirtiéndola en una sombra: primero su marido Felipe «el Hermoso», después su padre, Fernando «el Católico», que la recluye en Tordesillas, y, finalmente su hijo Carlos V, que la ignora. Todos ellos la hicieron pasar por enajenada para poder incapacitarla en sus funciones y dar rienda suelta a sus ambiciones.

'Reina Juana'. Foto: Sergio Parra.

Reina Juana. Foto: Sergio Parra.