Estas dos comedias negras quieren ser el punto de partida de una larga serie de obras de este estilo. Todo comenzó en una librería pequeña y abarrotada de la calle Corrientes de Madrid. Allí, Castrillo-Ferrer se hizo con varios ejemplares entre los que iba un volumen de bolsillo con algunas de las obras de Dalmaroni, «todas obras cortas, de pocos personajes, pequeños relatos de comedia negra que despertaron mi imaginario», recuerda el director.
[1]Con la compañía de Teatro El Gato Negro [2] ha llevado algunas de ellas a los escenarios, obras que ahora se recuperan para el Pequeño Teatro Gran Vía. La primera de ellas, Una de espías, se centra en la obsesión que tiene una joven pareja joven de clase media por las películas de acción, y sobre todo por su necesidad en hacer conjeturas, hipótesis, sacar sus propias conclusiones y hasta secuestrar a su vecino del chalet adosado de la esquina. Una comedia que mezcla conversaciones cotidianas y las disputas de pareja con los tópicos del género policíaco.
Por otro lado, Maté a un tipo gira en torno a una familia de clase media que ve alterada su rutina cuando el padre revela que ha matado a un tipo. Pero este hecho aislado comienza a convertirse en costumbre y explota con la llegada del psicólogo Cubelles, dispuesto a hacer una terapia de familia.