En Torre Latinoamericana, Ortega «revisita» uno de los más representativos ejemplos de la arquitectura moderna mexicana, que ya había sido tema de su serie de 2007 Torre Latino. Edificada entre 1949 y 1956 por Augusto H. Álvarez e inspirada en el Empire State Building, fue durante muchos años el edificio más alto de Ciudad de México y uno de los rascacielos de mayor altura en una zona de alto riesgo sísmico.
En esta ocasión, el artista mexicano hace de la torre un péndulo, invirtiéndola y colgándola de un cable de acero desde el punto más elevado del Palacio de Cristal. La obra, hecha en piel, es un reloj de arena que dibuja sobre el suelo su movimiento oscilante.
En Monumento, el Titanic se configura en una escultura blanda de lona que mide 13 metros, suspendida del techo. Sobre la tela, Ortega ha diseñado el famoso buque con lápiz de cera y tinta de plotter. La obra, que muestra al barco detenido en una caída contra el suelo, pone en cuestión su condición de símbolo y monumento.
Fracaso arquitectónico
Los pensamientos de Yamasaki es una instalación formada por numerosos elementos serigrafiados con imágenes y textos que el artista ha encontrado en su investigación sobre el proyecto urbanístico Pruitt-Igoe, así como objetos que aluden a la memoria de aquellos que habitaron el complejo de edificios del arquitecto Minoru Yamasaki, también autor de las torres del World Trade Center de Nueva York.
Aclamado como uno de los proyectos urbanísticos de vivienda pública más relevantes de la posguerra estadounidense, Pruitt-Igoe se construyó en un momento de optimismo económico, siendo demolidos sus 33 edificios en los años setenta, lo que lo convirtió en paradigma del fracaso de la arquitectura moderna.
Ortega toma algunas frases de fuentes históricas para elaborar una narrativa que fabula la reacción del arquitecto Yamasaki ante la destrucción de sus edificios. La pieza es un experimento de diálogo que se establece entre textos y objetos adquiridos en mercados de segunda mano. El mexicano intenta recrear con materiales reciclados el glamur de los anuncios publicitarios de la época, contrastando la seducción del consumo con la caída en desuso de los objetos por el inexorable paso del tiempo.