«Normalmente estudiamos las vanguardias a través de París, pero en esta muestra hemos seguido un camino diferente», asegura Pablo Jiménez Burillo, director del Área de Cultura de Fundación Mapfre. Y este camino es Italia, donde se dio el divisionismo, un movimiento autónomo, diferente del resto de los europeos en la medida en que entendía las nuevas investigaciones sobre la luz-color y sobre la división de los tonos como un medio sometido al mensaje de la obra.
Nacido de las mismas fuentes teóricas que están en el origen del puntillismo en Francia, el divisionismo prestó especial atención a los temas «modernos»: por un lado tuvo presente los contenidos sociales que reflejan las condiciones de vida de las clases más desfavorecidas; y por otro, el simbolismo, una tendencia que, desde finales del siglo XIX, influyó con claros tintes internacionales a toda Europa.
Comisariada por Fernando Mazzocca y Beatrice Avanzi, la muestra presenta a los principales protagonistas de esta corriente, entre los que se encuentran Giovanni Segantini, Giuseppe Pellizza da Volpedo o Angelo Morbelli, que hicieron convivir las dos tendencias en un singular equilibrio que dará lugar a una sugerente representación de la realidad a caballo entre lo verdadero y lo simbólico.
Esta nueva poética sentará las bases para el movimiento futurista que irrumpe con fuerza en el panorama del arte italiano en 1909 de la mano de Filippo Tommaso Marinetti, para convertirse en uno de los movimientos de vanguardia por excelencia. Gracias al papel desempeñado por Giacomo Balla, que difundió los principios de la pintura divisionista, artistas como Uberto Boccioni, Gino Severini o Carlo Carrà encontraron en la descomposición de la luz y el color un medio fundamental para traducir el dinamismo de la vida moderna, base del nuevo lenguaje pictórico.
Luz y color
La exposición, que ha sido organizada en colaboración con el Mart, Museo di arte moderna e contemporanea di Trento e Rovereto [1], se articula en cinco secciones. La primera de ellas, La luz de la naturaleza, «investiga la evolución de la pintura de paisaje, de la mano de dos pintores, Giovanni Segantini y Gaetano Previati», explica Avanzi. Cada vez más apreciado por el público, este género pictórico resultó gracias a la nueva estética y al nuevo tratamiento técnico completamente transformado. El objetivo común era el de crear una relación más directa con la naturaleza, experimentada en plein air y cuya luz se pretendía captar diversificada según las condiciones atmosféricas y las horas del día, pero también en función del estado de ánimo del pintor.
El visitante continúa con La deriva realista. El compromiso social, un apartado en el que predominan las obras dedicadas a temas políticos y sociales. Centro de la economía y la industria de la época, Milán fue el escenario principal de las luchas y de las crecientes protestas de los trabajadores que se reflejaron en estos cuadros. «Existe una gran poesía en estas pinturas de denuncia social gracias a su técnica divisionista, que las acaba convirtiendo en alegorías», asegura la comisaria, Beatrice Avanzi.
Temas universales
Y así se pasa al tercer apartado, La deriva simbolista. Una «pintura de ideas», donde los protagonistas del divisionismo, tras haber aplicado su nueva técnica a una representación más naturalista y casi científica de la realidad, se fueron aproximando progresivamente a los presupuestos del simbolismo, movimiento cuya difusión crecía en toda Europa. A raíz de esto, «comenzaron a tratar no sólo temas de denuncia social, sino también otros universales, como la vida, el amor o la muerte», señala Fernando Mazzocca.
Camino del futurismo se adentra en el movimiento de vanguardia fundado por el poeta Filippo Tommaso Marinetti en 1909, que se opone al passatismo (pasadismo) de la cultura burguesa, de las academias y de los museos y da voz al deseo de renovación difundido entre los jóvenes artistas que se habían formado siguiendo la lección de los divisionistas, garantizando así la continuidad entre la cultura figurativa italiana de finales del siglo XIX y la época de las vanguardias.
Finalmente, la muestra concluye con La pintura futurista, 1910-1915, donde el dinamismo es la esencia de la nueva pintura: ya no se intenta captar un momento de la vida, sino la “eterna velocidad omnipresente”. De ello deriva un lenguaje revolucionario que, a través de formas y colores, pretende “colocar al espectador en el centro del cuadro”, siguiendo con la técnica divisionista como medio fundamental para la elaboración de esta nueva visión.
En paralelo
Como complemento de la exposición, se ha editado un catálogo de carácter científico que reproduce la totalidad de las obras expuestas e incluye textos de los comisarios, Beatrice Avanzi y Fernando Mazzocca, así como otros ensayos de reconocidos especialistas como Vivien Greene, Annie-Paule Quinsac y Daniela Ferrari. Además cuenta con un apéndice biográfico de los 18 artistas que forman parte de la muestra y una bibliografía.
La exposición también contará con la programación de diversas actividades educativas dirigidas a centros escolares, así como con actividades para familias. Entre estas están las visitas-tallerres Colores en acción (27 de febrero, 12 de marzo, 23 de abril y 21 de mayo); Armonía de colores (sábados y domingos del 17 de febrero al 5 de junio); Pinceladas de luz (sábados del 17 de febrero al 5 de junio); y Del Divisionismo al Futurismo (20 de febrero, 19 de marzo, 9 de abril y 14 de mayo).