Ambas artistas presentan fuertes contrastes. Mientras Amor utiliza la escultura como medio de expresión, Moroño se sumerge en las pinturas con collage, pero ambas presentan una lógica conexión.
La obra de Inmaculada Amor es heredera del núcleo de vanguardia que transformó la forma de concebir la escultura para rebatir la coherencia naturalista a través de rupturas formales capaces de abordar variaciones de la contemplación.
La valoración del vacío como elemento activo y de la materia escultórica como «dibujo en el aire» son aspectos que enlazan sus piezas con una genealogía abstracta donde el dispositivo tridimensional pierde su valor mimético para abrirse hacia otros territorios. El presente, el pasado y el futuro, tres de los ejes temáticos recurrentes en la producción de la artista, se unen en una escultura que plantea un recorrido complejo, arrítmico y fracturado.
Por otro lado, bajo el título de Second Chance Series, Cristina Moroño plantea el papel como territorio sobre el que actuar a través de dos estrategias esenciales: la modulación de la mancha y de la compulsión matérico-gestual; y el collage como herramienta capaz de arrebatar la organicidad integral de la superficie pictórica.
En esta nueva serie, la artista introduce de manera recurrente fragmentos de libros con textos e imágenes, y convierte el cruce de temperaturas, la hibridación de medios y la interferencia entre diversas iconografías en herramientas operativas para analizar la complejidad de su propio contexto.