En esta nueva propuesta, dedicada a la memoria y al afecto, Eduardo Sarabia [1] continúa su reflexión sobre el viaje, pero en esta ocasión vinculado a una pulsión que responde a la búsqueda de lo familiar, a la calidez de lo cotidiano, a la importancia del paisaje y de la reconexión con la naturaleza como una forma de resistencia frente a todo lo que la pandemia ha traído consigo.
Estas pinturas inéditas se enmarcan en un proyecto conceptual en curso, quizá su cuerpo de trabajo más personal e íntimo. Interesado por el modo en que procesamos la información, una faceta significativa de su obra es cómo una cosa engloba y abraza a otras, o cómo algo permanece oculto a plena vista pero presente, como una huella. En la serie Tainted, donde los rostros aparecen cubiertos por capas de pintura, una ocultación niega al observador la imagen a pesar de que ésta se presenta desde el principio. En Painted Memories amplía pequeñas instantáneas de amigos y colaboradores que ha usado como paletas, las figuras se deshacen en manchas de pintura, transformándolas así en representaciones resonantes.
Esta práctica parte de la digitalización de fotografías personales de amigos, familiares, reuniones… que son llevadas a grandes formatos como una manera de enfatizar el momento, el relato y el gesto. Las manchas que habitan cada imagen fueron la paleta de otro momento pictórico. A pesar del borrado se pueden intuir las imágenes subyacentes capturadas por alguien al otro lado de una lente fotográfica, imágenes que resultan familiares y ajenas al mismo tiempo, reconocibles y oníricas, entretejiendo tiempos, realidades y ficciones. Las referencias autobiográficas son suprimidas o quedan veladas. Y ese distanciamiento que adopta el artista permite una interpretación abierta, al dejar un espacio para las percepciones y emociones del espectador. Son obras misteriosas, seductoras e impactantes que vistas de lejos tienden a la abstracción y de cerca muestran una técnica fotorrealista, apostando así por la importancia del ejercicio pictórico.