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‘El alcalde de Zalamea’ o los dilemas de Calderón

El alcalde de Zalamea. CNTC. [1]Carmelo Gómez, Jesús Noguero, Rafa Castejón y Joaquín Notario encabezan un reparto de 24 intérpretes, entre actores y músicos, que ponen en pie una de las obras más representadas y conocidas del teatro español. Esta es la historia de un fracaso, del abuso de unos seres humanos sobre otros, de una batalla perdida, como lo es la de la propia vida humana.

La CNTC la ha representado en tres ocasiones y esta vez propone un nuevo acercamiento, gracias a la versión de Álvaro Tato, con el afán de continuar desvelando al público lo que se esconde tras las palabras de Calderón. «Es difícil encontrar un texto dramático que posea escenas tan emocionantes y tan perfectas. Parece una pirueta imposible el movimiento de lo cómico a lo trágico y viceversa. La respiración se detiene al avanzar de un lugar a otro, de un conflicto a su contrario, del día a la noche y buscamos tomar aliento en los momentos no tan lógicos que nos permite esta extraordinaria concepción del espacio y el tiempo», apunta Pimenta.

Con esta versión, explica Tato, «queremos lustrar el oro del verso calderoniano, con respeto pero sin reverencia, para que llegue al público el agua clara y directa de su poesía activa, limando aquellas palabras o expresiones hoy opacas o confusas, lijando ciertos pasajes para clarificarlos, descubriendo relaciones y correspondencias entre personajes y escenas, y dejando también espacio a lo que Juan Mayorga llama nostalgia de la lengua: el óxido de nuestro idioma viejo y precioso».

Un mundo injusto

El alcalde de Zalamea. CNTC. [2]Calderón plantea grandes dilemas: el honor, la libertad y el libre albedrío, la venganza, el poder y su desempeño, la responsabilidad del hombre ante sí mismo y ante los demás, en lo privado y lo público. Todo ello en medio de un poderoso planteamiento político en el que colocan frente a frente los poderes militar y civil estableciendo una pugna brutal entre ambos, que tiene que ver con la España de aquel momento que se acaba, y con el nuevo mundo que está por llegar. Y en medio de este enfrentamiento están Pedro Crespo y su familia, que serán víctimas de esa lucha por el dominio territorial.

La obra habla de justicia; de un hombre contradictorio y lúcido que procura ser justo en un mundo que no lo es; de una mujer víctima de un hombre, un ejército, un país y unas leyes; de la violación de una persona, un pueblo y un orden civil; y del precio que cuesta hacerse responsable de no cerrar los ojos. El territorio en el que se desarrolla esa lucha agónica es Zalamea, que en la puesta en escena de Helena Pimenta es un lugar terroso y matérico, un pueblo del sur ancestral que huele a trigo segado y a mieses, a tierra y a sangre.

La música, a cargo de Ignacio García, cumple una función narrativa con un repertorio de barroco español, lleno de jácaras, folías y otros ritmos propios de ese estilo, pero siempre interpretados desde una óptica de la música popular. «La vihuela de Juan Carlos de Mulder y Manuel Minguillón, con su gusto por el estilo español del XVII, se combina con el canto popular de Rita Barber y los hermanos Mancuso y la percusión de Blanca Aguado. Todos ellos hacen de las intervenciones musicales un verdadero viaje a otro tiempo, otro lugar y otro mundo, el de la tragedia ancestral que Calderón nos cuenta y pertenece a todos los tiempos y espacios», destaca García.