Las implicaciones que derivan de algo tan cotidiano como la forma de sentarse son extraordinarias. Se trata de un reflejo de la propia cultura, ya que cada sociedad tiene unas normas propias que trascienden lo natural. La comodidad, por tanto, es un criterio más cultural que biológico. Incluso dentro del mismo grupo varían según los individuos o las circunstancias, porque no se sienta igual un hombre que una mujer o un anciano que un niño. Y por supuesto, uno no se sienta igual si está ante una autoridad o para rezar que para descansar.
Las posturas del cuerpo comunican información, quién es uno o ante quién se encuentra, pero además el mobiliario tiene también connotaciones de status. A través de piezas que recorren el amplio espacio geográfico americano, en un arco de tiempo que abarca desde seis siglos antes de Cristo hasta el siglo XX, esta exposición informa, no solo de los usos y costumbres culturales de este hecho cotidiano, sino también sobre las implicaciones sociales que conllevan.
Esta exposición, comisariada por Andrés Gutiérrez Usillos, también pretende acercar el mueble al visitante. Para ello, en una sección de la sala de exposiciones los espectadores podrán probar cómo se sentaban los chamanes sobre un pequeño banco de madera a fin de entrar en comunicación con el mundo espiritual, o lo cómodos que son los reposacabezas o reposanucas, y las almohadas de cerámica y madera prehispánicas. Los que buscan la comodidad podrán descansar en una hamaca, un mueble de origen americano plenamente incorporado ya a la cultura occidental.