Los dos primeros trabajos mencionados forman parte de las cuatro series en las que se estructura la muestra. Otro conjunto de obras expuestas se articula en torno a Pabellones, fruto de la experimentación, una de las primeras incursiones del artista en el mundo digital, donde recrea espacios arquitectónicos formados a partir de la combinación de diagonales entrecruzadas en la estampa, creando divisiones armónicas. Finalmente se presenta la serie inédita Verbum et imago, creada exprofeso para la ocasión, formada por siete aguafuertes con frases que condensan pensamientos líricos del artista.
Pintor, dibujante, grabador, escultor y diseñador, así como escenógrafo y figurinista, paisajista y escritor; o, como él prefiere, un artífice, Pérez Villalta es integrante de la nueva figuración madrileña y uno de los pintores más representativos del posmodernismo español, que en la década de 1980 estuvo muy vinculado a la Movida madrileña.
Su formación y vocación por la arquitectura se refleja en sus obras, donde los espacios y vacíos juegan con la luz, además de construir composiciones geométricas y teatrales que sirven de escenario para la superposición de elementos simbólicos y mitológicos. Para el artista, el dibujo es el vehículo que le permite expresar sus ideas; las proporciones y el orden contribuyen a ello. Defensor de la libertad en el arte, su propuesta estética aúna tradición y modernidad en técnicas y motivos. La suya es una proposición ecléctica, tendiendo hacia la racionalidad y simplificación.
Con esta muestra, Pérez Villalta comparte la experiencia de la realización de su obra, el complejo proceso que entraña la ejecución de sus estampas. Para ello se incluyen, además de imágenes impresas, dibujos originales y matrices que apoyan el discurso creativo y manifiestan el cuidado trazo y la elegancia de sus composiciones.
Más allá de cánones
Pintor autodidacta, Pérez Villalta pasó su infancia entre La Línea de la Concepción, Cádiz y Málaga, trasladándose con su familia a Madrid en 1958. Desde los primeros años de la década de 1970, en que comienza su carrera, y a pesar de que estuvo siempre en ese núcleo duro de la nueva figuración madrileña, ha mantenido su independencia con respecto a los cánones y las modas imperantes.
Su obra se anticipó en una década a muchas de las premisas de renovación que se impondrían durante los ochenta en la escena internacional. En toda su carrera se aprecia la huella que dejaron los estudios de arquitectura que nunca terminó: la presencia del vacío, el análisis del espacio y del comportamiento de la luz en las estancias, la geometría y los juegos con la perspectiva son vectores que rigen sus imágenes, enriquecidas con elementos figurativos que enlazan asuntos mitológicos y aspectos privados de su biografía. En palabras del propio artista, «la geometría y las proporciones pueden hacer de cualquier tema o idea una constatación plásticamente pura. Algo que está en lo más profundo de la imaginación de la belleza».
Una de las características más notables en su trabajo es la densidad de capas de sentido que en él se superponen. Todo cabe en el ecléctico y variadísimo mundo que maneja, desde los grandes nombres del Barroco y el Manierismo, a Dalí y Walt Disney, pasando por Duchamp, la metafísica italiana, la psicodelia, el pop o los patrones decorativos.