Comisariada por Carmen Sánchez Fernández e Inmaculada Escobar y organizada junto al Museo Arqueológico Nacional de Atenas, la muestra reúne un total de 95 obras, entre esculturas de mármol, terracotas, relieves, bronces, espejos y vasos cerámicos que abarcan desde el s.VI a.C al I. d.C. La mayoría de ellas proceden de Ática, Beocia, Sur de Italia, Etruria y la Península Ibérica, a las que acompañan copias de las más importantes esculturas procedentes de museos españoles, fotografías, dibujos y cuadernos de academia entre los que destaca un facsímil del cuaderno de Goya.
De las piezas expuestas, 37 proceden de Grecia, del Museo Arqueológico Nacional de Atenas y del Museo Arqueológico de Trípolis, muchas de las cuales salen de allí por vez primera: es el caso de las cerámicas geométricas, los Vasos de Cábiros con escenas cómicas y algunas esculturas, entre ellas uno de los torsos masculinos. Destaca la presencia de obras de enorme valor como el Kouros del santuario de Apolo Ptoios en Ptoion, una estatua de Policleto o una espléndida colección de cerámica griega que abarca desde el periodo geométrico a la técnica de las figuras rojas.
Recorrido expositivo
Dioses, héroes y atletas. La imagen del cuerpo en la Grecia antigua se articula en cinco espacios que establecen un recorrido por el concepto y evolución del desnudo en la antigüedad griega. El desnudo de Grecia cumple las funciones de un vestido, en el sentido que diferencia etnias, géneros y clases sociales. Solo los griegos se desnudan, sólo los hombres y sólo aquellos que disfrutan de una clase social que les permite tener ocio y acudir a la palestra.
Tras estos cuerpos perfectos se esconden cualidades y virtudes fundamentales en la Antigua Grecia como la fortaleza, la resistencia o el coraje, anticipando la belleza del cuerpo un espíritu valeroso. En el recorrido se trata con detenimiento el cuerpo desnudo masculino y cómo este conforma la identidad visual de dioses y héroes, así como el modelo de ciudadano encarnado en el atleta.
El siguiente bloque se centra en el desnudo femenino, que aparece siglos más tarde (a partir del s.IV a.C.) y que carece del carácter heroico del masculino; aparece siempre ligado a la imagen de Afrodita e introduce la mirada del voyeur.
La exposición explora también la plasmación de la fealdad, el desnudo mágico, como contrario ético y social del ideal de lo bello. Los cuerpos inarticulados y deformados se estereotipan en el cuerpo cómico. El último espacio se centra en la recuperación del modelo de cuerpo griego en el Renacimiento y su estudio a partir del siglo XVIII y, sobre todo, en el XIX. Las obras antiguas se establecen como modelo de cuerpo perfecto en la tradición académica.