Petit Pierre cuenta la historia de Pierre Avezard, un sencillo granjero francés nacido prematuramente medio ciego, casi sordo y mudo, que tuvo que abandonar la escuela a los siete años para convertirse en pastor. Lejos de sentirse aislado, Pierre desarrolló una fuerte curiosidad por todo lo que le rodeaba. De manera autodidacta empezó a crear figurillas articuladas de hojalata y planchas de metal que ensamblaba en un carrusel que fue creciendo hasta convertirse en un mundo paralelo de 1.500 metros cuadrados.
Adriana Ozores, que ha regresado a las tablas con este proyecto, encabeza este montaje dirigido por Carles Alfaro. Completando el triángulo está Jaume Policarpo, que además de encargarse de la escenografía, sube al escenario para dar vida al peculiar artista.
Lección de vitalidad
Esta pieza acabó convirtiéndose en un museo que abría gratuitamente todos los domingos a un público cada año más numeroso. Entre sus visitantes estaba Suzanne Lebeau, una dramaturga canadiense con más de 25 obras originales y cuyos textos superan las 140 producciones representadas en los cuatro continentes. En 2001, Lebeau escribió esta pieza que Bambalina adapta ahora, definiéndola como una lección de vitalidad, de apego a la vida.
Sobre el escenario, una puesta en escena intimista y una cuidada escenografía reproducen la idea del carrusel como símbolo del trascurso vital, imparable. Ozores narra la historia del pastor, que transcurre en paralelo a los convulsos hitos históricos. Mientras, a través de la mirada creativa de Pierre, vemos la historia del siglo XX desde un prisma más sencillo, más cálido.