Para Nuño, “el menester de reflejar la realidad –o la irrealidad– del mundo con una cámara fotográfica tiene mucho que ver con la poesía”. Frente al documentalismo e hiperrealismo de los años 70, su trabajo fue calificado de imaginista, en el sentido de que, partiendo de la realidad misma que se disponía ante la cámara fotográfica para ser captada, ésta era subordinada conceptualmente a la imaginación.
Al margen de sus cuatro grandes series –El Sol (1975), El Fuego, La Vela (1977) y la dedicada al Acueducto de Segovia (1974)–, este conjunto de originales nos ofrece una faceta desconocida del artista reveladora del carácter modular y fundamentalmente abstracto de su fotografía. Nuño encontró en el ideario de la abstracción la única vía posible con la que “velar” la realidad, poder sugerir y transformar una imagen potencialmente en miles.
Este conjunto de medio centenar de obras recupera para la fotografía española la figura y obra de Fernando Nuño –autor de la icónica imagen de la inauguración del Museo de Arte Abstracto de Cuenca en 1966–, ingresando por derecho propio en la escasa nómina de fotógrafos que trabajaron minoritariamente en la órbita de la abstracción durante las décadas 60 y 70, difundiendo sus trabajos no en el ámbito fotográfico, sino en el marco de los circuitos expositivos e institucionales del arte y del mercado artístico.