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El inca y el conquistador

En el año 1520, la Monarquía Hispánica de Carlos V, sedienta de oro y de conquistas, continúa la exploración del océano Pacífico y del litoral de América del Sur comenzada una década antes. Mientras tanto, en la zona amerindia, el mayor imperio inca jamás conocido —Tawantinsuyu (hacia 1450-1532), «el imperio de las cuatro regiones»— lleva a cabo su expansión durante el reinado de Huayna Capac. A la muerte de este último, una crisis dinástica lleva al poder a su hijo Atahualpa, coincidiendo con la llegada al territorio peruano del español Francisco Pizarro y sus conquistadores.

El encuentro de estos dos personajes ilustra la confrontación de dos mundos radicalmente diferentes que, a raíz de su enfrentamiento, experimentarían una profunda revolución política, económica, cultural y religiosa. Su encuentro y su conflicto marcaron el destino del imperio más grande jamás conocido en el continente americano y el del imperio español, por aquel entonces en plena expansión bajo el reinado de Carlos V.

Desde 1520 hasta el asesinato de Pizarro por los suyos en 1541, la exposición reconstruye los momentos clave de la historia del continente suramericano. En particular se articula en torno a los relatos españoles y andinos de la conquista, que difieren entre sí según la visión que tienen de dichos acontecimientos. Mediante el diálogo entre los objetos incas e hispánicos, de una gran rareza y variedad formal, la exposición se retrotrae a los episodios de esta conquista y se centra en el encuentro con ‘el otro’.

La conquista de un nuevo mundo. Armaduras, mapas de principios del siglo XVI, crónicas españolas y grabados evocan los primeros tiempos de la conquista española del Nuevo Mundo y la llegada de Pizarro al continente americano. Estos objetos también muestran cómo se construye el relato de esta conquista, fruto de los diversos testimonios de los españoles y los amerindios. En Perú, la «verdadera» historia de la conquista es plural, una mezcla de las visiones españolas y andinas sobre los acontecimientos.

Dos destinos. Pizarro y Atahualpa se presentan en un cara a cara y, a través de ellos, los dos imperios cuyos destinos van a cruzarse. Después de una presentación del contexto histórico y político del descubrimiento del Nuevo Mundo, la exposición revela las ambiciones españolas en América del Sur y las expediciones lideradas por Pizarro para conquistar el rico reino del Perú. En paralelo, el visitante descubre el Tahuantinsuyo inca, su modo de gobierno y la rivalidad fratricida entre los príncipes Atahualpa y Huáscar, que desembocaría en una guerra civil y en la toma del poder por parte de Atahualpa. Dos imperios en expansión que, desde el primer contacto, se observan, intercambian e intentan dialogar. Armas y armaduras, incas y españoles, pinturas, textiles, piezas de orfebrería y de cerámica ilustran esta puesta en escena del poder, antes del enfrentamiento.

Cajamarca. Los dos recorridos «inca» y «español» desembocan en Cajamarca. Con frecuencia, la conquista del Perú es resumida con el encuentro que tuvo lugar el 16 de noviembre de 1532 entre Atahualpa y Pizarro en esta ciudad del altiplano andino. Aquel día, los españoles hicieron lo impensable: apoderarse del hijo del Sol. El recorrido narra la entrada en la ciudad de Cajamarca, la reunión y el diálogo fracasado entre los bandos españoles e inca, la captura de Atahualpa, el rescate pagado por los Incas y, finalmente, la ejecución del Inca el 26 de julio de 1533. Transmitidos por los cronistas españoles e indios, estos episodios son reflejados de manera muy diferente. La presentación se hace eco de estas diferencias y códigos culturales de ambos bandos.

Guerras de conquista. Pizarro llevó a cabo la conquista del Imperio inca: los españoles continuaron su avance hasta la toma de la capital imperial de Cuzco, marcando así una etapa histórica, con un fuerte simbolismo y llena de tesoros. Las expediciones españolas continuaron por todo el Imperio, tanto en el norte como en el sur. Durante estas expediciones se fueron fundando ciudades como Lima, que se convirtió en la capital de los españoles en el océano Pacífico. Pero la tensión iba aumentando en ambos bandos.

Manco Inca, el nuevo Inca nombrado por los españoles, los sitió en Cuzco y atacó Lima. Las rivalidades personales entre los propios conquistadores derivó en una guerra civil: el socio de Pizarro, Diego de Almagro, se rebeló. Almagro fue capturado y, luego, ejecutado (1538). Después le llegó el turno a Pizarro, ya marqués y gobernador, asesinado por sus compatriotas (1541). Como contrapunto a su muerte se presentan los elementos que permiten evocar el destino del cuerpo de Atahualpa. Enterrados en Cajamarca, sus restos fueron recuperados por los indígenas, preocupados por preservar el cuerpo sagrado del Inca difunto. Su momia fue llevada a un lugar secreto, al tiempo que se establecía un culto en torno a su persona.

El fin de los conquistadores. En 1542, las Nuevas Leyes de Indias provocaron la sublevación de los conquistadores del Perú. Gonzalo Pizarro, hermano de Francisco y al frente de los conquistadores, se sublevó contra la Corona. Su derrota marcó el final de la época de la conquista del Perú, marcando así el momento para que la Corona española organizara su imperio. Poco a poco se fue desarrollando una sociedad multicultural, que combinaba la herencia ibérica con el legado indígena. Es sobre estas bases que aún se construye la identidad colectiva del Perú contemporáneo.