Comisariada por F. Javier Panera, esta muestra plantea una reflexión sobre las relaciones entre los dispositivos electrónicos de registro y edición de imágenes y los procesos de creación en pintura, que revelan mecanismos tales como la diferencia entre ‘tiempo de la historia’ y ‘tiempo del relato’, que en estas piezas se equiparan, forzando al espectador al placer, ya casi olvidado, de la contemplación.
Esto no impide que en todas y cada una de estas obras también se deslicen contenidos críticos de orden político, social o cultural, plenamente imbricados en la contemporaneidad. En algunos trabajos, el movimiento fílmico está retenido, o más bien suspendido por una suerte de temporalidad pictórica, de manera que sus imágenes se construyen como si se tratara de cuadros autónomos, mediante largos planos fijos en los que los movimientos de las figuras se producen de un modo tan ralentizado que a veces resulta casi imperceptible.
Historia de paradojas
Esto permite hablar de tableaux vivants en la misma medida en que otros citan composiciones, motivos iconográficos y puestas en escena que derivan de la pintura mural medieval, renacentista o decimonónica. Se trata de una historia de paradojas, ya que los nuevos monitores LCD y las pantallas de plasma extraplanas están abriendo todo un nuevo abanico de posibilidades a quienes intentan reinventar la idea de cuadro como pintura en movimiento, para unos, o como videoobjeto, para otros.
Habría que dar la razón a quienes señalan que hoy las artes visuales se han convertido en el lugar común de una pictorialidad difusa en la que ya nada es exactamente fotografía, ni exactamente pintura, ni exactamente vídeo, sino simplemente imagen. En este sentido, esta exposición no debe ser vista como un síntoma de retorno a las fuentes de la historia del arte, como a la era de la circulación promiscua de la imagen, aquella que sabe que sólo puede ser ya «imagen de otra imagen».