Las obras incluidas son el resultado de un proceso lento. La artista trabaja los mismos temas en tres tamaños de menor a mayor en los que usa la escala creciente para explorar líneas y colores. En este camino selecciona y descarta hasta llegar al gran formato. “El gran formato me permite envolver al espectador e invitarle a mirar el cuadro como se mira un abismo, a cuestionar su posición frente a magnitudes que superan su propia escala”, dice Sevilla.
Sobre la esencia del resultado, la artista explica: “El título no se refiere a la atmósfera ni a la cualidad luminosa de esa estación. Se ha escrito constantemente sobre mí que pinto la luz, pero siempre lo he rechazado. La luz no está para ser vista, sino para dejar ver. No soy una artista referencial ni descriptiva. Reduzco a lo esencial la imagen o serie de imágenes que son mi punto de partida y las hago incorpóreas. Se trata de agitar y sacudir lo existente. En esta serie de pinturas rescato de mi memoria los secaderos de la Vega de Granada, pues en mi interior resuenan cualidades en ellos, estímulos en común con mis centros de interés: el color, la luz filtrándose por las rendijas de la madera desvencijada, lo efímero y las huellas del transcurso del tiempo. En esta serie de pinturas, organizo los elementos de humildes aperos sin interés, desechos, para analizarlos y transformarlos. No cabe duda de que estoy contemplando el paisaje difuso al otro lado de las arpilleras que pueblan los secaderos, pero esas pinturas no son el resultado de la observación del paisaje, sino de la proyección de mí misma sobre ese paisaje. No son descriptivas, porque encerrar en los límites del pensamiento concreto la esencia de la emoción, que es abstracta, es aniquilar su sentido. Si en el paisaje la mano del artista se abre al horizonte, mi intención es justo la contraria; yo enmarco un trozo de naturaleza y creo una pantalla que impida la visión paisajista. Podría llamarse contrapaisaje”.
El trabajo pictórico de Soledad Sevilla y sus instalaciones están estrechamente relacionadas, ambas se sustentan sobre la geometría y una reflexión profunda sobre los referentes de la Historia del Arte.
Sevilla ha recibido, entre otros reconocimientos, el Premio Nacional de Artes Plásticas (1993), la Medalla de Oro de las Bellas Artes (2007) y el Premio Arte y Mecenazgo de la Fundación La Caixa (2014).