La muestra, realizada con motivo del 170 aniversario de la creación del Canal de Isabel II, cuenta con préstamos de Patrimonio Nacional, la Biblioteca Nacional o la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. A través de ellos se muestra una realidad poco conocida del Madrid de mediados del siglo XIX, así como uno de los más destacados reportajes realizados por Clifford, el dedicado a la construcción del Canal.
Charles Clifford vive en Madrid entre 1850 y 1863, año de su fallecimiento. Durante esa década mantiene abierto un estudio de retrato y también emprende un ambicioso proyecto de documentación de los monumentos históricos de España, que desarrolla con distintos apoyos: el de las reinas Isabel II en España o Victoria en Inglaterra, el de familias nobles como los Montpensier o los Osuna, o el de instituciones como la recién creada Escuela Especial de Arquitectura.
La temática fundamental de su fotografía son álbumes de ciudades y sus monumentos medievales, en los que destacan los aspectos históricos antes que la actualidad. No obstante, sus fotografías sobre Madrid y alrededores se centran más en el presente y muestran el inicio de su transformación, sobre todo gracias a la construcción del Canal y a la llegada del ferrocarril.
Articulada en cuatro secciones –Los placeres de la fotografía, El viejo y el nuevo Madrid, Al servicio de la monarquía y La construcción del Canal de Isabel II: una obra digna de romanos–, la exposición comisariada por Javier Ortiz-Echagüe permite conocer el Madrid de antes de la llegada del agua. No pretende ser, pues, una antológica de la carrera del fotógrafo, sino mostrar una selección de imágenes realizadas en la región, con especial atención al gran proyecto de ingeniería del momento.
Aunque en esa época no puede compararse con las grandes capitales europeas, Madrid se encuentra en los primeros momentos de un proceso de fuertes cambios. Esto es lo que reflejan las imágenes de Clifford: una ciudad, atrasada en muchos aspectos, que estaba poniendo en marcha el proceso de transformación que la conduciría al siglo XX.
Región en transformación
Clifford llega a Madrid en septiembre de 1850 en compañía de Jane, su mujer, y de Arthur Goulston, propietario de un globo aerostático llamado Royal Cremorne. Los tres firman un convenio con el empresario que gestiona la plaza de toros por el que se comprometen a realizar una serie de espectáculos aerostáticos en los meses siguientes.
Su biografía antes de 1850 es un misterio. El periódico La España anuncia la llegada de un “aeronauta de caballería” que pretende hacer una ascensión en globo a caballo desde la plaza y realizar un proyecto pionero de fotografía aérea. Al poco de su llegada, y mientras se preparan estas aventuras aerostáticas, Clifford se anuncia en la prensa como fotógrafo que realiza retratos al daguerrotipo según el método inglés y muestra su trabajo en el número 4 de la calle Alcalá, donde se ubicaba su primer estudio.
La prensa habla de él como un fotógrafo innovador que ha desarrollado junto a Goulston un “nuevo método de retratar al daguerrotipo”. Las claves de este método son su precisión y rapidez. “Hemos visto a Mr. Clifford hacer estos retratos con una ligereza prodigiosa”, hasta el punto de que “la persona retratada no ha tenido tiempo para cansarse en la inmovilidad que es preciso mantener y el semblante ha podido parecer natural” (La Patria, 9 noviembre 1850).
El establecimiento del “Daguerrotipo inglés” se traslada desde la calle Alcalá al número 11 de la Puerta del Sol y, desde allí, al pasaje de Murga (calle Montera 45-47) a finales de 1851, Caballero de Gracia 31 en 1853, carrera de san Jerónimo 39 en 1854, Cava Alta 1 en 1857… y, finalmente, a la calle Isabel la Católica, donde Clifford fallece en 1863.
La publicidad no suele hablar de un autor individual, sino de algo más amplio que se denomina “Clifford y compañía”. El misterioso aeronauta Arthur Goulston es uno de estos primeros socios. Pero, sobre todo, hay que mencionar a su esposa, de quien la prensa dice que tomaba parte activa en los trabajos fotográficos y que, de hecho, continuó con las actividades del estudio tras el fallecimiento de Charles. De los otros ayudantes o artistas (los que se dedicaban, por ejemplo, a colorear retratos) no nos han llegado los nombres.