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El Mediterráneo como conflicto

La muestra se divide en dos partes. La primera se centra en la mitificación europea de la vida en el Mediterráneo, que tiene lugar a mediados del siglo XIX, con los viajes que artistas, intelectuales y la élite adinerada emprendieron en busca del “paraíso perdido”. El Mediterráneo se percibía como una fuente de bondades de dos clases: físicas, porque los efectos beneficiosos del sol sanaban el cuerpo, y psíquicas, porque la contemplación de las obras de arte del legado grecolatino mejoraban el espíritu.

Así fue como el sur de Europa, desde mediados del XIX, se convirtió en un enorme sanatorio para los viajeros que acudían a curarse de sus enfermedades pulmonares, como el fotógrafo prusiano Wilhelm von Gloeden, que encontró en Taormina un paraíso en el cual intentó revivir la Antigüedad clásica en sus imágenes.

La exposición también muestra obra del fotógrafo alemán Herbert List, que viajó al sur de Europa fascinado por las ruinas de Olimpia y Delfos y realizó fotografías de héroes de la Antigüedad con evidente nostalgia.

Paralelamente a esta fascinación, la exposición aborda el interés que despertaba el exótico mundo árabe entre los viajeros de finales del siglo XIX y la primera mitad del XX, que percibían el norte de África como una zona salvaje y primitiva. Esta visión es la que retrata el fotógrafo húngaro Nicolás Muller en sus imágenes de grupos (La charla, 1943) o de muchedumbres (Espectadores, Tánger,1942) de su serie de los años cuarenta sobre Marruecos.

Visión melancólica e idealizada

La fascinación por el Mediterráneo también está presente en la obra de diversos artistas valencianos, como José Benlliure, Antonio Muñoz Degraín, Ignacio Pinazo o Joaquín Sorolla. La muestra exhibe asimismo obras de artistas como Joaquim Sunyer, Joaquín Mir o Nicolas de Staël, que inciden en una visión melancólica e idealizada de los paisajes en las orillas del Mediterráneo. La obra de Pablo Picasso titulada Les lutteurs, 1921, resume la idiosincrasia de esa vida mediterránea tan envidiada y deseada.

Por otro lado, la segunda parte de la exposición exhibe obras de un conjunto de artistas contemporáneos de países como Argelia, Palestina, Francia, Líbano, Suiza, Marruecos, España o Albania, que tienen en común su interés por sus comunidades de origen, al tiempo que reflexionan sobre problemáticas sociales y políticas. Todas las obras huyen de la propaganda o los juicios morales para partir del material de la vida cotidiana, es decir, de los modos de vida, los comportamientos personales, las memorias de los lugares, las migraciones, la guerra o la violencia constante.

Uno de los ejemplos más significativos es el trabajo que la artista suiza Ursula Biemann presenta. Son tres vídeos en los que analiza el Magreb como un espacio de migración en tránsito, en los que intenta visualizar las estrategias de supervivencia de la población de estos países con el fin de alcanzar Europa.

La cuestión de las fronteras, esos espacios en los que se produce, por un lado, el máximo control institucional y, paralelamente, multitud de acciones fuera de ese mismo control, es abordado en las obras del español Xavier Arenós, o la marroquí Bouchra Khalili.

Desplazados

La exposición incluye las fotografías de la franco-marroquí Yto Barrada (París, 1977), que componen su serie El estrecho: Un viaje lleno de agujeros 1997-2004, en torno a la espera de los candidatos a la migración. Se trata de imágenes que inciden en subrayar la calma que precede a la tormenta y, a menudo, al naufragio. También la argelina Zineb Sedira muestra en sus obras cuestiones relacionadas con los deseos de movilidad y de salir del país de muchos de sus ciudadanos en fotografías como el díptico Transitional Landscape, 2006 o The Lovers I, 2008.

La muestra se completa con las obras del albanés Adrian Paci, que reflejan las experiencias de los inmigrantes albaneses que marchan en busca de una vida mejor. El palestino Taysir Batniji es otro de los artistas presentes en la muestra, con trabajos en los que vincula sus vivencias en una Palestina ocupada, en una constante atmósfera de violencia, y las consecuencias que de ello se derivan: el desplazamiento, el exilio y el desarraigo de la propia cultura. Los mismos temas preocupan al francés Mathieu Pernot.

El colectivo The Atlas Group y Akram Zaatari, ambos de Líbano, un país que ha padecido devastadoras guerras civiles, exhiben trabajos relacionados con la necesaria documentación de la historia y los olvidados e invisibles de cada época. La muestra también reúne el trabajo de dos artistas españoles, Sergio Belinchón y Montserrat Soto, que trabajan sobre la marginación y la criminalización de aquellos sectores que pueden significar una amenaza para el statu quo conseguido.

A través de todos estos trabajos de artistas tan diversos, Entre el mito y el espanto. El mediterráneo como conflicto apuesta por dar una visión matizada, amplia y comprensiva de una problemática que lleva arrastrándose durante años y que no tiene fácil solución.