El 30 de julio de 1966 se inauguró este centro en la que hasta ese momento era la Casa Consistorial de Cuenca, persiguiendo la comunión entre el arte tradicional y el moderno que por entonces se profesaba. Fernando Zóbel, filipino de origen español, se propuso crear un museo en el que tuviese cabida un arte que por entonces recibía un rotundo rechazo institucional, el abstracto. Tenía, además, una idea precisa acerca de la museografía del espacio, cuyas pequeñas salas ayudarían a individualizar las obras, infiriéndoles cierta independencia que subrayaba su valor por encima del conjunto, una excelente colección con obras de la generación más joven del panorama artístico español.
Estos rasgos convirtieron al museo en un referente a nivel internacional, mientras en España era ignorado por las autoridades junto a los artistas del momento, que si bien eran promocionados en el extranjero en aras de una imagen de modernización y libertad, eran poco conocidos en el país. No obstante, este centro se convirtió en el punto de encuentro de algunos de los grandes nombres de la vanguardia española como Gustavo Torner, Gerardo Rueda, Eusebio Sempere, Manuel Millares, José Guerrero, Luis Feito y tantos otros. Se cumple este año el aniversario de este proyecto, cuya pervivencia Zóbel aseguró al legar su custodia y gestión a la Fundación Juan March.
El Grupo de Cuenca y Juana de Aizpuru
El mercado del arte de los sesenta jugó un importante papel en el desarrollo del museo, después de todo su colección –la de Zóbel– se nutrió de las obras adquiridas a través de Juana Mordó, quien a su vez vendió con serias dificultades en un principio piezas abstractas en su galería, fundada tan solo dos años antes de la inauguración del museo, en 1964.
En este contexto se enmarca la relación entre el Grupo de Cuenca –denominado así por el crítico de arte y pintor Juan Antonio Aguirre– y Juana de Aizpuru. La galería que esta fundó en 1970 en Sevilla fue escenario de múltiples exposiciones de la obra de Zóbel, Rueda y Torner, dando cabida a jóvenes creadores que siguieron su estela, como José Soto, Gerardo Delgado o José Ramón Sierra, entre otros, un reflejo del interés que los artistas congregados en Cuenca demostraron por la aportación de su generación y el legado que dejarían a la siguiente.
En esta ocasión y en la galería de Madrid, a modo de una especie de embajada del Museo de Arte Abstracto en la capital, se reúnen piezas de Zóbel, Torner y Rueda, así como de sus discípulos Yturralde y Teixidor, que invaden las salas para crear un juego de tensiones en base a sus semejanzas y disparidades.
La extraordinaria y etérea delicadeza de las formas de Zóbel se contraponen a la geometría de Torner y el carácter constructivista de Rueda, mientras Yturralde y Teixidor abordan a una escala de mayor dimensión una abstracción en la que forma, color y materia participan en su conjunto.
Presentadas por un magnífico texto de Bonet Correa y acompañadas de un documental que acerca al visitante a la historia de esta institución, estas obras forman una muestra dedicada al reconocimiento y la puesta en valor que merece el Museo de Arte Abstracto y sus cincuenta años de existencia, conmemoración a la que el 4 de noviembre se sumará la propia institución con una exposición propia.