Estos lienzos, de los que uno –Venus y Adonis (1554) [1]– pertenece a la colección de la pinacoteca nacional, están entre los más importantes de la producción del principal artista veneciano del Renacimiento no solo por su calidad artística, sino también por el modo con el que abordó en ellos al relato pictórico de historias literarias.
La muestra, comisariada por Miguel Falomir, director del Prado, y Alejandro Vergara, jefe de Conservación de Pintura Flamenca y Escuelas del Norte, propone un recorrido irrepetible por 29 obras, entre las que se incluyen 16 préstamos de excepcional importancia que representan escenas mitológicas centradas en el amor y el deseo inspiradas por los grandes escritores de la Antigüedad grecorromana (desde Homero, Eurípides y Platón hasta Ovidio y Filostrato el Viejo, entre otros).
Entre estos préstamos, además de cinco de las seis poesías, se encuentran una Venus y Cupido pintada a partir de un dibujo de Miguel Ángel, Andrómeda y Perseo de Veronese o Paisaje durante una tormenta con Píramo y Tisbe de Poussin. A esas pinturas se unen grandes obras de la colección como Las Hilanderas de Velázquez o Las tres Gracias de Rubens, que este proyecto ayuda a contextualizar.
“Con esta exposición –afirma Alejandro Vergara– buscamos el acercamiento a formas de sentir y pensar aprendidas de los escritores de la Antigüedad que definieron la cultura europea de los siglos XVI y XVII. La idea de que la belleza, el deseo, el amor y el sexo están íntimamente conectados entre sí y de que estamos a su merced, como lo estamos a la de la naturaleza, forma parte de esa cultura”.
Obras maestras
Como recuerda Charles Hope en la Enciclopedia del Prado [2], a finales de 1548, Tiziano conoció al futuro Felipe II en Milán, un encuentro que sería decisivo para su carrera. Desde ese momento el rey fue su mecenas más importante y entusiasta. Probablemente al año siguiente Tiziano le envió la Dánae recibiendo la lluvia de oro (Prado) [3], variante de otra pintada para el cardenal Alejandro Farnesio entre 1543 y 1545 (Capodimonte, Nápoles).
En el invierno de 1550, el pintor viajó a Augsburgo llamado por Felipe, y allí empezó a trabajar para él continuamente, como seguiría haciendo hasta el final de sus días. En ese tiempo le suministró unas veinticinco pinturas, grandes y pequeñas, de contenido devoto y profano. Las más célebres son estas poesie basadas en la mitología clásica.
Esta es la primera ocasión en la que estas obras se pueden volver a ver juntas gracias a la colaboración excepcional entre el Prado, que conserva Venus y Adonis (1554), la National Gallery de Londres y las National Galleries of Scotland, que atesoran de forma compartida Diana y Acteón y Diana y Calisto (1556-59), y el Isabella Stewart Gardner Museum, que conserva El rapto de Europa (1559-62).
A estas cuatro obras se unen la Dánae de la Wellington Collection, que fue identificada recientemente como la primera de la serie, y el Perseo y Andrómeda de la Wallace Collection, completando así la serie. «La técnica empleada en estos lienzos es cada vez más audaz –destaca Hope– y particularmente en las tres últimas la falta de acabado da impresión de espontaneidad y frescura, aunque, como observó Vasari, ese efecto era en realidad fruto de una elaboración lenta y minuciosa. La factura de Tiziano en este periodo tardío, sobre todo en las pinturas que envió a Felipe, ejerció una gran influencia sobre pintores posteriores que tuvieron acceso a la colección real española, como Rubens y Velázquez».
Ideales artísticos
Es en las obras destinadas a Felipe II, que tuvo la primacía sobre los servicios del artista desde mediados de la década de 1550, donde se encuentra el mejor testimonio de los ideales artísticos de Tiziano en el último tercio de su carrera. Y es al entusiasmo de los Austrias españoles por su obra a lo que debemos que, a pesar de las enormes pérdidas que padecieron las colecciones reales por incendios y dispersión, el Prado siga teniendo la que es con mucho la colección más extensa y representativa de pinturas de Tiziano, con 43 obras.
Para Miguel Falomir, esta exposición, organizada por el Prado con el patrocinio de la Fundación BBVA, la National Gallery y el Isabella Stewart Gardner Museum, “plantea un doble mérito, por un lado, la reunión de uno de los conjuntos artísticos más bellos, complejos e influyentes de la pintura europea, y por otro, el esfuerzo de los trabajadores por lograrlo en plena pandemia”.
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