En 2013, el Museo inició una nueva iniciativa en torno a su colección que se irá repitiendo cada otoño, y que consiste en la realización de una serie de exposiciones y presentaciones de la colección, realizadas como resultado de un trabajo de reflexión, repensando la tradicional división de los museos, que en ocasiones es excesivamente estática, entre su colección permanente y las exposiciones temporales que conciben y organizan.
Evolución expositiva
La segunda edición de La colección expuesta, que lleva por título El museo en el museo, comienza echando la vista al pasado de las exposiciones. Antiguamente las formas de las muestras diferían bastante de las que resultan habituales en la actualidad: las colecciones, que pronto serían catalogadas y ordenadas con criterios históricos y científicos y presentadas en orden cronológico, estilístico o geográfico en los espacios del museo moderno, provenían de colecciones reales o de coleccionistas privados cuyas adquisiciones se regían por el amateurismo o la connoiseurship; por la oportunidad, el gusto, común o decididamente excéntrico, o las modas.
Sin embargo, esa evolución aún conserva los espacios de gabinetes, cámaras o salas, a menudo de tamaño reducido, que pueden ser útiles para exhibir, junto a las obras de la colección, otras que por su tamaño, soporte o carácter no es posible mostrar de forma permanente: estudios preparatorios, bocetos, dibujos, maquetas, grabados, libros, revistas y múltiples, obras en soportes inusuales, técnicas no habituales o formatos reducidos. En esos espacios son posibles lo que podría denominarse “museo en el museo”: museos que reproduzcan, intensifiquen, completen e interpreten las obras de la colección habitualmente expuestas, estableciendo todo tipo de relaciones con ellas.
Variedad
El visitante encontrará obras cuyas características no facilitan su permanente exhibición, pero cuya exposición en espacios reducidos del recorrido del museo permite ampliar la contemplación y el conocimiento de las obras de arte, estableciendo entre ellas vínculos tan inesperados como reales. Algunas de las obras rememoran los orígenes del arte contemporáneo español en la tradición o en las vanguardias y otras posibilitan una mirada a épocas pasadas respecto de la obra del artista expuesta en el museo.
Algunas testimonian la incursión de los artistas plásticos en el campo literario, como Dalí con los textos de Guillaume Apollinaire, Manuel Millares con los de Rafael Alberti, Antonio Saura con Quevedo o Antoni Tàpies con Joan Brossa; otras son estados previos de obras de la colección, como en los casos de los dibujos y maquetas de Pablo Palazuelo, el dibujo preparatorio de Fernando Zóbel para La vista, los originales para serigrafías de Manuel H. Mompó o las planchas para los aguafuertes Inguru de Eduardo Chillida; otras presentan gran similitud formal con la obra del artista habitualmente expuesta en el museo o, al contrario, un enorme contraste con ella, como la pieza cinética de Eusebio Sempere.
Se puede encontrar al artista dibujando, como en los casos de Joan Ponç, Luis Gordillo, Jordi Teixidor y José María Yturralde, o trabajando con la estampa, como en el pequeño aguafuerte de Modest Cuixart, la litografía de Gerardo Delgado o las serigrafías del Equipo Crónica; unas son piezas solitarias, mientras que otras están al servicio de proyectos artísticos colectivos; unas son de gran formato, como el collage fotográfico de García Sevilla sobre Las Meninas; otras, minúsculas.