El Museo abrió sus puertas como Museo Romántico gracias a la donación al Estado de 86 piezas por el II marqués de la Vega-Inclán. Ubicada en el palacio del marqués de Matallana, esta institución ha visto transcurrir su primer siglo de vida con un considerable incremento de su colección, conservando hoy más de 18.000 piezas, gracias a las diversas adquisiciones, donaciones y depósitos.
También ha aumentado el número de estancias visitables y, tras una gran remodelación en 2009, ha afianzado su misión de acercar al público el movimiento romántico desde todas las artes mediante la recreación de los ambientes domésticos de la burguesía de las décadas centrales del siglo XIX.
La exposición conmemorativa se ubica en la Sala del Jardín, el lugar de encuentro de la planta baja que da paso a su Jardín del Magnolio. Este espacio, precisamente, ha sido testigo de muchos de los instantes captados por las fotografías de la muestra, como el homenaje a Ramón Gómez de la Serna celebrado en 1949, cuyos asistentes vistieron siguiendo la moda del Romanticismo.
Siguiendo el espíritu de recreación de ambientes del siglo XIX que da sentido a su discurso, el montaje evoca un gabinete decimonónico traído al presente. Una exposición colaborativa que ha contado con la contribución de todo el equipo de la institución (retratado en una de las imágenes).
Bajo el comisariado de su equipo técnico, se han reunido fotografías que, salvo contadas excepciones, forman parte de su archivo histórico o administrativo. Además, algunas de ellas llevan la firma de nombres como Virgilio Muro, Cristóbal Portillo, José Pastor, Juan Pando Barrero, Nicolás Müller o Martín Santos Yubero. Este medio no podía faltar en un Museo que conserva una amplia colección de fotografía del XIX, momento en el que nacen las primeras técnicas, y a su vez da cabida a lenguajes más contemporáneos en su colaboración con PHotoESPAÑA [1].
Muchas de las cien instantáneas que componen la muestra son inéditas y el visitante puede aproximarse a ellas no tanto con un sentido cronológico sino desde una perspectiva más humana. Muchas son un homenaje a la dedicación de todo su personal: de sala, limpieza, jardinería, seguridad, restauración, conservación, administración, fotografía, voluntariado y un largo etcétera, desvelando instantes silenciosos de la vida del museo a puerta cerrada: la restauración de un cuadro de pelo decimonónico, el montaje de la exposición que se dedicó a la moda romántica, la minuciosa labor semanal del relojero dando cuerda a las piezas o la conversación íntima entre el fotógrafo y los cuadros descolgados de las paredes del Salón de Baile.
También varias de las fotografías reflejan el aspecto que presentaban los primeros montajes del museo, con algunas estancias hoy modificadas, como la Sala Real, la Filipina o el Estrado. Lejos de mostrar salas vacías, las imágenes traen recuerdos y anécdotas acontecidas en ellas, como la visita del escritor Jean Cocteau, que posó junto al arpa en 1953, o los reportajes de los años cincuenta y sesenta a la vedete Marisa de Landa o la actriz Analía Gadé.
Pero también toman protagonismo las historias de personas anónimas: dos trabajadoras que limpian la lámpara del Comedor en una imagen de 1960, una joven que participó en 2016 en un taller para decorar la fachada o dos niñas que en los setenta se fotografiaron por su primera comunión en uno de los patios.
Además, la muestra permite asomarse a algunas de las iniciativas que se han consolidado en estos cien años de historia, como los ciclos de exposiciones y conferencias impulsados por el director del Museo en los años cuarenta y cincuenta, Mariano Rodríguez de Rivas, responsable también de algunas curiosas celebraciones inmortalizadas en las fotografías, como la invitación a rosquillas por la festividad madrileña de San Isidro.
En la dirección le han sucedido, ininterrumpidamente desde 1958, distintas mujeres que han dado continuidad a la línea de investigación sobre el siglo XIX: María Elena Gómez Moreno, Rosa Donoso, Begoña Torres, Asunción Cardona y Carolina Miguel. Todas ellas, que tienen su espacio en la exposición, han contribuido al enriquecimiento y difusión de la colección, situándolo como un centro intelectual accesible y abierto a todos los públicos para el conocimiento y disfrute de esta época que es el germen de la sociedad contemporánea.
– El acceso a la muestra es gratuito y además, solo durante el mes de junio, también lo es la entrada al resto del Museo.