Comisariada por Javier Barón, jefe de Conservación de Pintura del Siglo XIX del Museo, la muestra se completa con las pinturas que forman parte de la colección permanente en la sala 61 B, protagonizada por Rosales, y en la 101, dedicada a la historia de la pinacoteca, donde se exhibe El Salón del Prado y la iglesia de San Jerónimo. Este conjunto permite comprender su personalidad creadora, evolución y su desempeño en los distintos géneros, y en ellas manifiesta una modernidad que influiría en la pintura española posterior.
En las obras ahora reunidas en la sala 60 puede verse el interés inicial de Rosales por los maestros del Renacimiento, que estudió con detalle durante su larga estancia en Italia. Su atención al retrato se aprecia sobre todo en sus efigies familiares. Junto a ello, las obras dedicadas al paisaje y los estudios relacionados con las pinturas de historia (El castillo de la Mota, La Sala de Constantino en el Vaticano) y la literatura (Ofelia) dan cuenta de un creciente sentido de la simplificación.
El legado de Carmen Sánchez [1] permitió adquirir y recuperar para el Prado dos obras de pintura de historia en paradero desconocido desde hacía mucho tiempo: Doña Blanca de Navarra entregada al captal de Buch y La reina doña Juana en los adarves del castillo de la Mota, así como el estudio, aún menos conocido, de la Sala de Constantino en el Vaticano, preparatorio para la Presentación de Juan de Austria al emperador Carlos V, en Yuste.
Además pudo adquirirse el boceto de su último gran cuadro de historia, La muerte de Lucrecia. Con ello, la dedicación del artista a ese género, el de mayor importancia y trascendencia en su trayectoria, y con el que triunfó en la Exposición Universal de 1867 de París, queda representada de un modo casi completo en lo que respecta a sus mejores cuadros. Las dos donaciones más recientes, Paisaje y el retrato de María Isabel Manuel de Villena, IX condesa de la Granja de Rocamora, se exponen ahora por vez primera.
– Folleto digital para la visita [2]
Influyente y prestigioso
Eduardo Rosales fue, junto con Mariano Fortuny, el más influyente y prestigioso entre los pintores españoles que trabajaron en el tercer cuarto del siglo XIX. La colección de obras de Rosales que conserva el Prado es la más numerosa y la de mayor calidad de cuantas existen. Consta de algo más de cien dibujos y de veintiséis pinturas. Once de ellas, incluidas las de historia que le dieron la mayor fama, se exponen habitualmente en la sala 61 B. Otra más, El Salón del Prado y la iglesia de San Jerónimo, figura en la sala 101, dedicada a la historia del Museo.
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