Dos oficiantes vestidos de negro, una mesa, el juego de luces y sombras, la gestualidad precisa y la música matizada se funden, recreando un Quijote mudo y sin embargo elocuente, de evocaciones goyescas, góticas, expresionistas… Así es el Alonso Quijano de la compañía Bambalina [1].
Quijote solo, en una estancia de su casa, lee obsesivamente libros de todo tipo hasta enloquecer. Así comienza esta obra que muestra la locura de este héroe universal, su amor por Dulcinea y la especial relación que mantiene con Sancho. A través de episodios como la aventura de los molinos de viento o la escena del Retablo de Maese Pedro (el teatro de títeres dentro del teatro de títeres) vemos cómo Quijote va mezclando realidad y ficción hasta que finalmente es humillado por los que le rodean y vencido por sus propios demonios.
Quijote: el clásico de Bambalina
[2]Quijote se estrenó en 1991 y desde entonces ha realizado más de 350 funciones fuera de España, ante públicos de diferentes idiomas: inglés, alemán, francés, chino, japonés, coreano y árabe.
A partir de un clásico literario que contiene los valores esenciales de una gran obra, la compañía favoreció una confluencia de profesionales que hicieron aportaciones muy interesantes en el campo de la dirección (Carles Alfaro), la música (Joan Cerveró) y el guión escénico (Jaume Policarpo), atendiendo a una estética contemporánea que ha conectado el clásico de Cervantes con un público actual. Desde su primera función, Quijote se ha convertido en un clásico de la compañía y todavía sigue recibiendo el aplauso del público y de la crítica.
El secreto de Quijote no está en las palabras, sino en los gestos, tanto de los actores-manipuladores como de sus títeres. Espectadores de todas las edades, religiones, género, formación y condición social han aplaudido este Quijote con el mismo entusiasmo, arrebatados por temas universales como la locura, la amistad o el amor; comportamientos humanos presentes en todas las culturas.
“El público siempre se ha dejado llevar por el ritual que propone el montaje y que contiene una intensa carga emotiva -declara Josep Policarpo, miembro fundador de la compañía-, el mismo formato del espectáculo (una propuesta íntima, pequeña, casi de cámara) condiciona las relaciones personales con los espectadores: hay una implicación muy directa con la gente de cada país y eso intensifica la comunicación con otras culturas”.
“Quijote también ha supuesto –añade Josep Policarpo- un punto de inflexión en la trayectoria de la compañía, en el sentido de que marcó un cambio de dirección estética y fijó un lenguaje teatral muy personal -continúa Policarpo-. Este lenguaje es precisamente el hecho que más han destacado los diferentes públicos de cada país, su sorpresa ante una manera de entender el teatro de títeres totalmente sorprendente e innovadora que rompía los esquemas tradicionales de los espectadores. En este sentido, es importante recordar que hemos visitado algunos países con una gran tradición en el teatro de títeres como China, Japón, Indonesia, etc”.
Àngel Figols y David Durán
En la actualidad, el actor Àngel Figols encarna a Quijote y David Durán, actor de la compañía desde 1998, es Sancho: “Cuando un adulto se enfrenta al ritual de nuestro Quijote puede reaccionar de formas muy diversas, de acuerdo con su cultura, su sociedad e incluso la historia de su país -comenta David Durán-. En casi todo el mundo la gente tiene la idea preconcebida de que los títeres van unidos al mundo infantil, por eso su primera reacción suele ser de sorpresa. Como actores, pretendemos siempre llegar a su interior más profundo, emocionarlo y, en cierto modo, desequilibrarlo. Es gratificante contar historias que no dejen al público indiferente, y con Quijote esto sucede en cualquier parte del mundo. Mucha gente se queda en la sala cuando acaba la función, todavía emocionados, con ganas de comunicarse con nosotros y una necesidad imparable de darnos las gracias. Esto es lo que a mí me empuja a seguir en esta profesión”.
La letra pequeña de una gira internacional
Una producción sencilla y fácil de mover (iluminación con velas, escenografía mínima, actores montadores y manipuladores). Sólo tres personas son necesarias para recorrer el mundo con este Quijote, desde Osaka hasta Buenos Aires: los dos actores y la productora de la compañía, Ángeles González.
A lo largo de 15 años el espectáculo Quijote se ha modificado, ha entrado en nuevas vertientes, se ha enriquecido por el nuevo equipo artístico pero también por las visiones aportadas por tantos públicos distintos. “Los espectadores de teatro siempre tienen ganas de ver obras de otros países. En Asia, porque normalmente sólo llegan montajes de flamenco o de danza por el problema idiomático. En Latinoamérica porque les fascina comprobar una apuesta teatral tan sencilla, con tan pocos medios, pero tan contundente en sus contenidos. Los títeres, desde luego, levantan pasiones, pero especialmente el tipo de trabajo de Bambalina, donde ni los muñecos ni los manipuladores juegan los papeles tradicionales”.