Junto al Retablo de los Gozos de santa María, obra maestra de Jorge Inglés depositada en el Museo en 2011 por Íñigo de Arteaga y Martín, XIX duque del Infantado, se reúnen de manera excepcional, ya que se encuentran en colecciones particulares, otras cuatro obras de este mismo autor que confirman el protagonismo del marqués en la asimilación en Castilla de nuevas fórmulas pictóricas de inspiración flamenca, como son el San Jorge y el dragón, que por primera vez se exhibe en España desde su adquisición por parte de la Leiden Collection de Nueva York, y tres tablas que formaron parte del retablo de la Virgen en Villasandino (Burgos).
Los 15 manuscritos suntuosamente iluminados que incluye la muestra, procedentes en su mayoría de la Biblioteca Nacional, son destacados ejemplares del libro de lujo del siglo XV y sirven para poner de manifiesto los innovadores gustos estéticos de López de Mendoza, que van desde la aceptación de las propuestas del realismo flamenco hasta las renovadoras decoraciones desarrolladas en la Italia del Renacimiento. Junto a ellos se exhiben también un relieve con la efigie de Alfonso V El Magnánimo y dos medallas de Pisanello.
Desde una perspectiva científica, cuatro son los objetivos principales de esta exposición y de los estudios del catálogo que la acompaña. En primer lugar presentar el Retablo de los Gozos de santa María bajo nuevas perspectivas que ponen de relieve su excepcionalidad formal e iconográfica en el contexto de la pintura hispana de mediados del siglo XV. Igualmente se pretende ahondar en los particulares usos y percepciones que tuvo en su marco topográfico original, el antiguo Hospital de Buitrago.
Nuevo lenguaje visual
La inclinación del marqués hacia el nuevo lenguaje septentrional, y su expresión a través de los encargos a Jorge Inglés, constituye el segundo objetivo de la muestra. En este ámbito, además de pinturas, es relevante la presentación de algunos manuscritos castellanos que, muy probablemente, cuentan con iluminaciones de signo flamenco anteriores a la realización del retablo, circunstancia que pone de relieve su preeminencia cronológica en la rápida asimilación de este nuevo lenguaje visual por parte de López de Mendoza.
Su tardía pero decidida afición hacia los libros humanistas constituye el tercer vértice la muestra. Es aquí donde se abunda en su relación indirecta con Vespasiano di Bisticci, uno de los libreros más activos en la Florencia cuatrocentista, pero también con otros destacados bibliófilos hispanos, como el monarca Alfonso el Magnánimo y los nobles castellanos Nuño de Guzmán e Iñigo Dávalos, todos ellos relacionados con destacados representantes del humanismo italiano.
Por último, el cuarto objetivo intenta desentrañar hasta qué punto las inclinaciones estéticas del marqués deben interpretarse, más allá de un refinado e innovador gusto, como una manifestación de prestigio y autoafirmación en un contexto político de fuertes enfrentamientos entre los miembros del estamento nobiliario. Una interpretación que, en otro orden de cosas, también puede aplicarse a la propia biblioteca, expresión del signo legitimador de la cultura en el Cuatrocientos.
En la Biblioteca Nacional
En el Prado, la exposición, ubicada en la sala 57 A del edificio Villanueva, pone de manifiesto el protagonismo de este noble como innovador promotor artístico a través de una selección de manuscritos y pinturas singulares. Y en la Biblioteca Nacional de España, la muestra, ubicada en la antesala del Salón de Lectura María Moliner y comisariada por Isabel Ruiz de Elvira, directora del Departamento de Manuscritos, Incunables y Raros, se centra en el contenido de su biblioteca personal, exhibiendo una serie de piezas representativas de la tradición hispánica bajomedieval, las encuadernaciones, el humanismo italiano y las obras literarias escritas por López de Mendoza.