En el año 2014, Soledad Lorenzo cedió en comodato su colección al Reina Sofía, lo que ha permitido organizar dos exposiciones consecutivas para mostrar, por primera vez en Madrid, una amplia selección de las obras de la colección de la reconocida galerista.
El depósito, que ha pasado a formar parte de los fondos del Museo, está compuesto por 392 piezas de 89 artistas, la mayoría de ellos españoles –pero también artistas del ámbito internacional, especialmente estadounidense– y pertenecientes a diferentes generaciones, cuyas prácticas abarcan diversas disciplinas de la creación artística actual. Aunque predomina la pintura y el dibujo, figuran también esculturas, fotografías, grabados, obras audiovisuales e instalaciones.
La primera de las dos exposiciones, Punto de encuentro, muestra ahora un conjunto heterogéneo de obras de artistas españoles de tres generaciones que permiten esbozar algunos de los caminos del arte en nuestro país durante las décadas en que la galería permaneció activa.
El título remite, por un lado, a la concepción de la galería como espacio necesario de encuentro entre el artista y el público; por otro, al propio nexo implícito en las obras seleccionadas: la investigación en torno a formulaciones espaciales y geométricas. Con autores consagrados como Pablo Palazuelo y Antoni Tàpies, se propone un recorrido de artistas vinculados a la trayectoria de la galerista entre los que se encuentran también Soledad Sevilla, Ángeles Marco, Txomin Badiola, Pello Irazu, Sergio Prego, Jon Mikel Euba, Ana Laura Aláez), Guillermo Pérez Villalta, Perejaume, Juan Uslé, Adriá Julià, Jerónimo Elespe e Iñigo Manglano-Ovalle.
La segunda muestra, Cuestiones personales, abrirá sus puertas el 19 de diciembre de 2017 –hasta el 5 marzo de 2018– y centrará sus contenidos en la recuperación del lenguaje figurativo y las metamorfosis de la representación en las últimas décadas del siglo XX con una selección de obras de Luis Gordillo, Alfonso Fraile, Juan Ugalde, Jorge Galindo, Manuel Ocampo, David Salle, Tony Oursler, Ross Bleckner, Eric Fischl, George Condo, Broto, Barceló o Schnabel, entre otros.
Ambas exposiciones permiten trazar vínculos y contrastes que muestran de qué modo la Colección Soledad Lorenzo permite ser leída atendiendo tanto a aspectos generacionales y cronológicos, como a otros de carácter más discursivo.
A pesar de que la principal actividad de Soledad Lorenzo no ha sido la del coleccionismo sino la de la representación de artistas a través de su galería, su caso es destacado y peculiar dentro de ese ámbito. A lo largo del tiempo, su espacio fue acumulando un conjunto de obras de arte que, por afinidad o por contraste, acaban creando una serie de relatos entrelazados que dan testimonio de un momento importante del arte español y de su relación con el panorama internacional.
La muestra
La muestra comienza con la presencia, en las dos primeras salas de la exposición, de dos líneas del arte español tradicionalmente concebidas como opuestas pero que en el contexto de la Colección Soledad Lorenzo crean un interesante diálogo: la del trabajo en torno a la materia de Antoni Tàpies y la de la construcción de un lenguaje universal a través de la geometría por parte de Pablo Palazuelo.
Al tratarse, en su mayoría, de trabajos tardíos, producidos en plena madurez creativa de ambos artistas, se genera una lectura de algunas vías fijadas que tienen eco en las generaciones siguientes.
Situada precisamente en la investigación sobre el espacio, la obra de Soledad Sevilla pone de relieve la idea de secuencia geométrica, de variaciones sobre la línea como grado cero de la pintura, tal y como muestra en la tercera sala del recorrido la serie Belmont (1980).
Junto a ella aparece también Ángeles Marco –una de las partícipes en la renovación de la escultura española–, que incide en la contestación de los principios tradicionales de la escultura y se adentra en la instalación, donde se pueden rastrear las influencias del constructivismo.
El siguiente ámbito está ocupado por el Grupo Vasco, surgido en un contexto, los años ochenta, en el que frente al neoexpresionismo hegemónico aparece una cierta tendencia artística que reivindica el racionalismo como parte de una tradición local.
Esta corriente fue desarrollada por un grupo de artistas que Soledad Lorenzo apoyó muy directamente. Jóvenes que, desde el País Vasco, renovaron el panorama de la escultura durante estos años, con profundos estudios sobre el espacio y la puesta en escena, como los trabajos que se exponen de Txomin Badiola y Pello Irazu.
El camino de Badiola e Irazu fue continuado por una generación más joven de creadores vascos: Sergio Prego, Jon Mikel Euba y Ana Laura Aláez, quienes abordaron desde distintos medios el concepto de la percepción por parte del espectador.
El contrapunto a esta preeminencia de la abstracción lo ofrecen a continuación otros dos artistas de generaciones muy diferentes, con obras que destilan ciertos intereses comunes en relación con el análisis del espacio, sea este físico o simbólico, como en el caso de Guillermo Pérez Villalta y Jerónimo Elespe. En la obra de ambos se aprecia un intercambio continuo de referencias clásicas y contemporáneas.
Con las obras de Íñigo Manglano-Ovalle y Perejaume, la exposición introduce de nuevo un elemento relacionado con lo constructivo desde el punto de vista de la escenificación, respectivamente, en la obra de naturaleza arquitectónica y el paisaje.
Por último, la exposición muestra una cierta internacionalización del arte español a través de los creadores Juan Uslé y Adrià Julià. Uslé, definidor de una geometría atemperada en la que, a pesar de las dimensiones reducidas de algunos de sus cuadros, sigue presente la monumentalidad de algunos de los pintores de la generación anterior, y Julià, con el que se indica la apuesta de Soledad Lorenzo hacia nuevos medios como la fotografía y el vídeo y a aspectos más relacionados con el arte conceptual.
- Recuerden la entrevista que realizamos a Soledad Lorenzo.
Soledad Lorenzo
Hija de un coleccionista de pintura, Soledad Lorenzo (Santander, 1937) se inició en el mundo de las galerías de arte con Fernando Guereta y posteriormente trabajó en la Galería Theo de Madrid. Con la experiencia acumulada, organizó diversas muestras internacionales para el Ministerio de Cultura. Estas actividades forjaron su perfil profesional y le permitieron conocer la escena artística española e internacional y sentar las bases de un personal modelo de trabajo.
Inauguró su espacio galerístico en 1986 y tras 26 años de actividad anunció su cierre en 2012. Durante ese periodo reunió un conjunto variado de obras, la mayoría de artistas por ella representados, y otras procedentes de adquisiciones en otras galerías y ferias.
La relevancia de la galería vino marcada por un criterio coherente, dentro del cambiante panorama del sistema del arte de esas décadas, en la elección de artistas y propuestas creativas de diversas generaciones y latitudes.
En primer lugar puso el acento en pintores españoles, algunos consagrados, otros al inicio de su carrera, a los que apoyó firmemente y cuya expansión fomentó mediante la participación sistemática en ferias internacionales.
En un segundo momento amplió el campo desde la pintura a otros medios y albergó propuestas internacionales, como la vinculada a una determinada escena neoyorquina de los ochenta. La generación de diálogos y cruces entre estos artistas procedentes del otro lado del Atlántico y los jóvenes españoles hizo de su galería un punto de encuentro.
Lorenzo acumula numerosos premios y reconocimientos como la Medalla de Oro de las Bellas Artes (2006), Mejor Galería de ARCO (2008 y 2009) o el F.E.G.A. European Gallery Award (2009), concedido por la Asociación de galerías europeas, y el Premio de la Fundación Cultural Montblanc (2017), entre otros.