Navarro utiliza la fotografía como medio de registro para hacer pintura, entendiéndola más allá de una captura convencional realizada con una cámara. En su práctica artística reutiliza aquello que queda entre los márgenes de la fotografía: la parte inservible de un negativo, un error informático o capturas de pantalla reutilizadas en redes sociales.
De esta forma, su trabajo da cuerpo a una serie de sucesos o azarosos y posibilita que éstos habiten el mundo tangible, de lo matérico. Su proceso se caracteriza por lograr una convivencia entre dos conceptos opuestos: el azar y el control. A través de esta combinación produce obras abstractas que buscan relacionarse con el espectador de forma sensorial, no narrativa, apelando a los sentidos, a la contemplación.