Ignacio Zuloaga. ‘Retrato de Ramón de la Sota y Llano’, 1918.

La familia Sota fue determinante en este contexto económico, con un sólido entramado empresarial basado en compañías mineras, la naviera Sota y Aznar, Astilleros Euskalduna y otras relevantes sociedades bancarias y aseguradoras.

De su pasión por el arte da fe el prestigioso conjunto artístico reunido, en el que el extraordinario Vuelo de brujas de Francisco de Goya –cedido en préstamo por el Museo del Prado– actúa como un eje cronológico entre las obras de arte antiguo de Luis de Morales “el Divino”, el Greco, Cornelis van der Voort o Juan Carreño de Miranda, y la modernidad de Darío de Regoyos, Adolfo Guiard, Ramón Casas, Ignacio Zuloaga, Aurelio Arteta o Antonio de Guezala, entre otros.

El interés de Ramón de la Sota por el arte, que supo, además, transmitir a su familia, fue más allá de la pasión coleccionista y terminó por tejer estrechas relaciones de amistad y mecenazgo con artistas en activo. De forma especialmente señalada destaca el vínculo con los pintores Adolfo Guiard e Ignacio Zuloaga.

A través de una selección de más de sesenta obras –pinturas, obras sobre papel, esculturas, carteles y planos arquitectónicos–, la muestra da una idea fehaciente de la colección que llegó a reunir y de la labor de mecenazgo que ejerció y continuaron algunos de sus hijos –Alejandro, Ramón, Begoña y Manuel– y otros integrantes de la familia.

Arte antiguo y nuevo

Francisco de Goya. ‘Retrato de Martín Zapater’, 1797.

Ramón de la Sota y Llano reunió una extraordinaria colección de arte antiguo y moderno, repartida cronológicamente entre sus dos residencias: arte antiguo en el Palacio de Ibaigane en Bilbao –sede del Athletic Club desde 1988– y moderno en su residencia de Lertegi, en el cercano municipio de Getxo. Formada por más de doscientas obras –que se conocen por los detallados inventarios que fue elaborando y aún conserva la familia–, la colección incluyó también obras de Francisco Durrio, Anselmo Guinea, Francisco Iturrino, Julián de Tellaeche o José María de Ucelay.

La Guerra Civil interrumpió trágicamente el devenir de la ya entonces prestigiosa colección de arte antiguo, que en 1937 y ya fallecido Ramón de la Sota, fue incautada en Ibaigane por el régimen franquista y trasladada a Burgos y Madrid. Un año después, la Capitanía General de Burgos resolvió un expediente de responsabilidades políticas contra el empresario por su vinculación con el nacionalismo, fijando una sanción de cien millones de pesetas, la más alta de ese periodo.

Durante los años 40 y 50 las gestiones realizadas por la familia dieron como resultado la  devolución de buena parte de los cuadros y, entre ellos, el Retrato de Martín Zapater (1797) de Francisco de Goya y La Piedad (c. 1568) de Luis de Morales. En 1980 ambos cuadros serían legados al Museo de Bellas Artes de Bilbao por Ramón de la Sota Aburto, hijo del patriarca. Más recientemente, en 2022, se dio a conocer en el Museo una nueva restitución a los herederos de Ramón de la Sota: el óleo sobre tabla Retrato de joven caballero (1623) de Cornelis van der Voort.

Cornelis van der Voort. ‘Retrato de joven caballero’, 1623.

También mecenas

Además de coleccionista, Sota fue un importante mecenas de artistas que asesorarían primero al empresario y más tarde a sus descendientes. Ejemplos de esa fructífera vinculación son los pintores Guiard y Zuloaga.

De Guiard, Sota llegaría a poseer más de cincuenta obras, la mayoría paisajes de las localidades de Gernika, Murueta o Bakio. Este lazo se perpetuó en sus hijos y, de este modo, Alejandro, junto con su hermano Manu, promovió en 1927 la exposición y homenaje a Guiard y heredó y adquirió nuevas obras del artista, además de su retrato al carboncillo por Manuel Losada.

La relación con Zuloaga comenzó con la adquisición, recién iniciado el siglo XX, del lienzo La merienda (1899) y se afianzó pocos años después cuando el empresario le encargó su retrato y le compró dos paisajes. Zuloaga también retrató a Catalina de Aburto, esposa del patriarca, y le asesoró en algunas de sus más importantes adquisiciones, como el mencionado Retrato de Martín Zapater.

Caso especial es el lienzo Retrato de la condesa Mathieu de Noailles (1913), que Sota compró a Ignacio Zuloaga en la Exposición Internacional de Pintura y Escultura celebrada en Bilbao de 1919 y que ese mismo año donó al Museo de Bellas Artes, estableciendo el primer capítulo del mecenazgo con el Museo que la familia ha mantenido a lo largo del tiempo.

Ramón de la Sota fue también propietario del bronce monumental El timonel (c. 1913), que encargó al escultor Quintín de Torre y mostraba en el jardín de su residencia en Lertegi. La obra se mantuvo siempre en la familia hasta su donación al Museo en 1975 por las hermanas Vilallonga de la Sota. A su vez, la hija de Ramón, Begoña de la Sota Aburto, donó en 1972 Campesinas vascas con frutas y hortalizas (c. 1913-1915) de Aurelio Arteta. Su hermano Manuel donó en 1979 el espléndido Biombo (1935) de José María de Ucelay, al que se sumaron, un año después, otras dos obras.

Modernidad

Adolfo Guiard. ‘El aldeano de Bakio’, 1888.

Siguiendo el ejemplo de sus hijos, Sota amplió su colección con artistas más jóvenes y conectados con la modernidad, como Aurelio Arteta o José María de Ucelay. Su primogénito Ramón, esta vez aconsejado por el pintor Tellaeche, formó su propia colección con especial interés en la obra de Iturrino y Regoyos.

Otros hermanos fueron grandes impulsores de la cultura vasca en el Bilbao de los años veinte. Alejandro dirigió la Editorial Vasca y colaboró en la revista Hermes, en cuya fundación en 1917 había participado su padre. Manu colaboró también en publicaciones y obras teatrales, y mantuvo, además, amistad con el artista más vanguardista del momento, Antonio de Guezala. Durante el exilio, los Sota siguieron en contacto con artistas que, como Ucelay, Tellaeche y Arteta, se habían visto también obligados a expatriarse y participaron en iniciativas culturales como el grupo escénico vasco Eresoinka.

El interés de la familia por la vanguardia queda también reflejado en dos obras de Antonio de Guezala pintadas el mismo año 1927 y adquiridas por el Museo en 2003 y 2008, respectivamente. Son, por un lado, La puerta giratoria, en donde Guezala retrató a Begoña de la Sota Aburto, y por otro, Noche de artistas en Ibaigane, que recoge una bulliciosa fiesta en la residencia familiar pintada para Manuel de la Sota Aburto.

Es también el caso del boceto Vuelta de la romería (1899), que el pintor bilbaíno Anselmo Guinea realizó por encargo para las vidrieras de la escalera del Palacio de Ibaigane, y de la placa ornamental de Durrio, para la misma residencia. En ese mismo sentido destaca la adquisición de Ramón de la Sota del cuadro El aldeano de Bakio, pintado por Adolfo Guiard en 1888, considerado la primera gran referencia del arte vasco de vanguardia y que fue comprado por el Museo en 2019.

Nicolás Martínez Ortiz. Cartel Naviera Sota Anzar.

Nicolás Martínez Ortiz. Cartel Naviera Sota Anzar.

Así mismo, y con fines publicitarios, Ramón de la Sota promovió la realización de imágenes y carteles para la naviera Sota y Aznar a los pintores e ilustradores Nicolás Martínez Ortiz, José Arrue, José María de Ucelay o Jenaro Urrutia. Además, hay que mencionar la presencia en su colección de artistas que, como Ramón Casas o Ramón Pichot, ponen en evidencia la pujanza del núcleo catalán a principios del siglo y su buena relación con los artistas vascos.

Para la ocasión, el Museo ha editado un catálogo que analiza estas cuestiones a través de ensayos de Javier Novo, coordinador de Conservación e Investigación del Museo y comisario de la muestra; Miriam Alzuri, conservadora de Arte Moderno y Contemporáneo del Museo; Patricia Fernández, escritora e investigadora; y Maite Paliza, catedrática de Historia del Arte de la Universidad de Salamanca especializada en Arquitectura de los siglos XIX y XX.

Esta muestra cuenta con el patrocinio de la Fundación Bancaria BBK.

También arquitectura

Alzado de la fachada principal de las oficinas de Ramón de la Sota.

Otro capítulo de la exposición está dedicado a la relación de Ramón Sota y Llano con la arquitectura a través de su actividad como promotor inmobiliario y en dos vertientes: por un lado, la construcción de casas de vecindad, viviendas unifamiliares y construcciones subsidiarias, y por otro, sus residencias y las sedes sociales de sus empresas. Para ello contó con la colaboración de tres reconocidos arquitectos vizcaínos –Gregorio de Ibarreche, Manuel María Smith y Ricardo Bastida– y con los británicos Frederick Chatterton, William Edward Couch y Frederick Lindus Forge, que importaron soluciones pioneras y un aire de cosmopolitismo y modernidad a las nuevas construcciones.

Sus promociones se desarrollaron principalmente en Bilbao y Getxo, donde dejó un patrimonio arquitectónico destacable por la calidad del diseño y de los materiales empleados –en ocasiones importados desde Inglaterra–, y por su transcendencia en la ordenación urbanística.

La reforma de Villa María y la construcción del edificio anejo de oficinas de la naviera Sota y Aznar, en la calle Ibáñez de Bilbao; el Palacio de Ibaigane, en alameda Mazarredo; las casas de vecindad de la Gran Vía y de la calle Ercilla; su casa en el paseo Zugazarte y la urbanización Ondategi en Getxo son algunas de las joyas del patrimonio arquitectónico promovido por el espíritu inquieto y cosmopolita de Ramón de la Sota y Llano.

Exposición ‘Familia Sota. Arte y Mecenazgo’. De izquierda a derecha: Miguel Zugaza, director del Museo; Ramón de la Sota Chalbaud, portavoz de la familia; Miriam Alzuri, conservadora de Arte Moderno y Contemporáneo; Juan Mari Aburto, alcalde de Bilbao; Gorka Martínez, director general de la Fundación Bancaria BBK; Javier Novo, comisario de la muestra; y Leire Jauregibeitia, gerente del Museo.