Esta retrospectiva incluye cerca de 180 obras, entre las que se pueden ver, desde los retratos íntimos en familia a diversas vistas aéreas. También se presentan obras de todas sus series conocidas desde finales de los años 60.
Su mujer y su familia fueron su principal fuente de inspiración, por lo que abundan las imágenes cotidianas del día a día que con el tiempo se convirtieron en universales. Estas fotografías se caracterizan por tener un lenguaje personal y espiritual, más que evidente en los retratos de su mujer, Edith, eje iconográfico de su obra.
En la muestra también hay cabida para otros temas, como por ejemplo el de la fotografía aérea. La erupción del volcán Santa Helena en 1980 abrió un nuevo campo de trabajo, en el que Gowin ha desarrollado ampliamente su obra, especialmente en Estados Unidos.
Estilo propio
La vida de Emmet Gowin marca la búsqueda de su estilo artístico. El fotógrafo nació en Danville, Virginia, hace 73 años; en un hogar profundamente religioso, aunque diferenciado por dos concepciones teológicas muy distintas, ya que su padre era un pastor metodista y su madre descendiente de una estirpe de cuáqueros. Frente al carácter autoritario y exigente de su padre, Emmet se identificó desde niño con la visión de lo divino que se desprendía de la presencia cariñosa, dulce y compasiva de su madre.
Sus primeras influencias fotográficas le llegaron a través de libros y catálogos en los que aparecían grandes nombres como Robert Frank, Henri Cartier-Bresson, Eugène Atget o Walker Evans. En 1962 empezó a trabajar con su primera Leica, una cámara de 35 mm, con la que se planteó la necesidad de crear su propio estilo.
En sus primeros porfolios, elaborados en 1965 antes de de ingresar en la Rhode Island School of Design (RISD) y un año después de casarse con Edith Morris, se componen de imágenes técnicamente sencillas y de temática muy variada aunque cotidiana: niños, jóvenes o adultos en escenas de la vida diaria, automóviles, iglesias antiguas, paisajes o retratos de su esposa.
Mujer y musa
Edith Morris, su mujer, se convirtió en su musa. Se había criado también en Danville, en una familia más numerosa y sobre todo física y emocionalmente más cohesionada que el clan de los Gowin. Toda la familia Morris jugará un papel muy especial en la obra de Emmet Gowin, y fue fotografiada con más regularidad que nunca entre el verano de 1965 y la primavera de 1967. Durante este tiempo, Gowin cambió su cámara de 35 mm por una de fuelle de 4 x 5 pulgadas, que aportaba un punto de vista diferente, un trato de mayor consideración hacia el objeto y una mirada más paciente y acogedora sobre el mismo.
En 1967 comenzó una nueva etapa para el matrimonio en 1967, a Gowin le ofrecieron un puesto de profesor en el Dayton Art Institute, por lo que se mudaron a Ohio poco antes del nacimiento de Elijah, su primer hijo. Los cuatro años en Dayton supusieron para el artista Como artista una evolución conceptual intuitiva e introspectiva, una simplificación o reducción radicales, hasta detener su foco de atención directamente sobre Edith, protagonista de gran parte de su nueva obra.
Las imágenes de esta época constatan ya una visión artística completamente propia y personal, cimentada en la fuerza de la comunicación entre personas que se aman y respetan profundamente. «Para mí, las fotos proporcionan un medio para retener, intensamente, un instante de comunicación entre un ser humano y otro», afirma el artista.
Una nueva mirada
Edith y el resto de la familia siguieron siendo el centro de atención en los años 70, aunque con algunas diferencias. A comienzos de esta década, un hecho fortuito llevó a Gowin a utilizar la lente de una cámara de 4 x 5 pulgadas en un aparato de 8 x 10, dando como resultado unas imágenes circulares que sugieren una nueva mirada y transmiten la sensación de estar accediendo a un lugar prohibido, a una realidad secreta y misteriosa.
Con el paso del tiempo Emmet volvió a sentir la llamada de la naturaleza y los paisajes, y se interesó por la influencia de la actividad humana sobre los mismos. Viajó a Europa y a Asia, donde creó algunas de las series que se muestran en esta exposición, las fotografías de Matera, en Italia, o de Petra, de nuevo en un formato rectangular tradicional.
Pero enseguida dio un paso más en su búsqueda de la documentación de los paisajes, iniciándose en la fotografía aérea. Dedicó una especial atención a las asoladoras consecuencias de la erupción del volcán Santa Helena, y posteriormente a los territorios devastados por la acción humana en el medio y lejano Oeste de los Estados Unidos o en otros países como Checoslovaquia.
En sus últimos trabajos se ve reflejada la fascinación que siente por los insectos. Con el propósito de adquirir conocimientos en biología tropical y de realizar un trabajo científico de catalogación, viajó a Latinoamérica, donde ha fotografiado incansablemente miles de mariposas nocturnas. A lo largo de este proceso, de manera aparentemente casual, encontró una silueta de Edith en su cartera y decidió convertir de nuevo a su mujer en el tema central de sus creaciones. De esta fusión de dos de sus pasiones nace la serie Mariposas nocturnas: Edith en Panamá.