Este Faust cuenta con la dirección de Àlex Ollé, tras su reciente éxito con El holandés errante, y la dirección musical de Dan Ettinger. Piotr Beczala e Ismael Jordi dan voz al protagonista, símbolo de ambición desmesurada, junto a Marina Rebeka e Irina Lungu en el papel de Marguerite.
Ollé, que aborda por cuarta vez el mito de Fausto a lo largo de su carrera en La Fura dels Baus, se aleja de la lectura más superficial de la partitura, ahondando en la cuestión que atraviesa toda la obra de Johann Wolfgang von Goethe (1749-1832): la búsqueda de la vida no vivida. Mefistófeles instiga a Fausto a satisfacer los deseos que ha ocultado, las pulsiones que ha sublimado y las perversiones que ha camuflado. Mefistófeles como alter ego de Fausto: el diablo que lleva escondido.
En el más puro estilo furero, Ollé y el escenógrafo Alfons Flores recurren a artificios dramatúrgicos de gran eficacia, colocando a Fausto en un laboratorio, donde trabaja en un inmenso ordenador que simula el cerebro humano, con sus trampas y fantasías, del que van surgiendo arquetipos de la sociedad actual, muy reconocibles por el público.
Junto a Valentina Carrasco (colaboradora en la dirección de escena), Lluc Castells (figurinista) y Urs Shönebaum (iluminador), han creado una producción inventiva, sarcástica y espectacular, que cuenta con la complicidad de un doble reparto encabezado por los tenores Piotr Beczala e Ismael Jordi, en el rol titular; las sopranos Marina Rebeka y Irina Lungu en el papel de Marguerite; los barítonos Luca Pisaroni, Erwin Schrott y Adam Palca como Méphistophélès; Stéphane Degout y John Chest como Valentin; y las sopranos Serena Malfi y Annalisa Stroppa en el papel travestido de Siébel.
La dirección musical es del maestro israelí Dan Ettinger, que debuta en Madrid al frente del Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real, y la preparación del coro, con gran protagonismo en la partitura de Gounod, corre a cargo, como siempre, de su director, Andrés Máspero.
Éxito madrileño
Estrenada en el Teatro Real en 1865, seis años después de su première en París, Faust sedujo desde entonces al público de Madrid, siendo una de las óperas más representadas hasta el cierre del teatro en 1925. Desde su reapertura se han ofrecido 10 funciones, en febrero de 2003, con una producción en homenaje a Gotz Friedrich. 15 años después vuelve al coliseo madrileño coincidiendo con el bicentenario de nacimiento del compositor francés.
Faust es el primera de las nueve nuevas coproducciones del Real, seis de ellas con estreno en Madrid: Turandot, Idomeneo, Falstaff, Capriccio, La peste y Je suis narcissiste, ésta última estreno mundial. Las restantes –Only the Sound Remains e Il trovatore– se estrenaron ya, como Faust, en los teatros coproductores.
La inauguración de la temporada del coliseo madrileño cuenta con el mecenazgo de Japan Tobacco International (JTI).
Simplicidad y espontaneidad
La leyenda de Fausto, el hombre que vende su alma al diablo a cambio de poder y conocimiento, bebe de diversas fuentes populares. Al igual que la de Orfeo o la de Don Juan, ha pervivido a lo largo de los años plasmada en un sinfín de manifestaciones artísticas. Solo en el terreno musical ha inspirado a compositores tan diversos como Wagner, Schubert, Mahler o Berlioz. No escapó tampoco Charles François Gounod a esta historia hipnótica, a partir de la cual compondría la que acabaría siendo su ópera más popular.
De toda la leyenda, Gounod centraría su atención en el fragmento de la trama que narra el amor maldito entre Faust y Marguerite. Esta elección generaría malestar en el ámbito germánico –no se le perdonó fácilmente que manipulase la que se consideraba una de las obras de arte nacionales más inapelables– pero supondría una innegable evolución en el universo de la ópera francesa: Faust renuncia al virtuosismo vocal gratuito en favor de melodías simples de gran frescura, hábilmente adaptadas al ritmo del texto y arropadas por un acompañamiento orquestal expresivo y a menudo sorprendente. El drama gana con ello en intimidad, creando así la atmósfera perfecta en la que situar una historia que aún hoy sigue cautivándonos.
Estrenada en el Théâtre Lyrique de París el 19 de marzo de 1859 con una gélida respuesta del público, Faust se ha impuesto poco a poco en el repertorio operístico. Alejada de la grandilocuencia de la grand opéra francesa, ha seducido a los aficionados, que se deleitan con la belleza de sus melodías, la orquestación refinada, las formidables partes corales, el contraste entre los números, el sarcasmo de algunos diálogos y la delicadeza de las escenas de carácter más intimista.