Todos sus largometrajes (con la única excepción de El guardaespaldas) serán proyectados en copias de gran calidad, algunas de ellas recién restauradas y que tendrán en el Cine Doré su estreno nacional. Las proyecciones comienzan el día 9 con Crónica negra, la última película de Melville y uno de sus trabajos más célebre, y termina el día 30 con el segundo pase de El silencio de un hombre, probablemente su título más conocido.
Este ciclo permite recuperar sus míticos polar, filmes de cine negro y policiacos poblados por estrellas como Alain Delon, Jean-Paul Belmondo o Lino Ventura, pero también descubrir aspectos menos conocidos de su carrera. Películas como Cuando leas esta carta, su única incursión en el melodrama, o Los niños terribles, reconocida influencia del Truffaut de Los 400 golpes, ayudan a comprender el particular universo de un director cuya obra, eslabón entre clasicismo y modernidad, es una de las más importantes de la cinematografía francesa.
A pesar de haber dirigido sólo 13 largometrajes a lo largo de sus 23 años de carrera, la poderosa influencia de Melville y su personalísimo estilo han dejado una huella indeleble en multitud de directores posteriores. Autores icónicos de la Nouvelle Vague como Jean-Luc Godard o François Truffaut reconocieron la importancia de su trabajo, hasta el punto de ser considerado en ocasiones como uno de los padres del movimiento. Pero su estela puede seguirse más allá de las fronteras de Francia: Martin Scorsese, John Woo, Quentin Tarantino o Michael Mann se cuentan entre los muchos directores que le han nombrado como una influencia clave en su trabajo.
La razón de esta fascinación por el trabajo de Melville la puede explicar, mejor que nadie, el propio autor: “Un cineasta es como el maestro de un espectáculo de sombras. Trabaja en la oscuridad. Crea a través de efectos. Soy perfectamente consciente de la extraordinaria deshonestidad que supone ser eficaz, pero al espectador nunca se le debe permitir ser consciente de hasta qué punto todo está manipulado. Debe estar hechizado, prisionero de la película”. Guiada por esta filosofía, la obra del director francés nos adentra en un universo que solo puede existir en la oscuridad de una sala de cine.