José Luis Aguirre «Jaelius» [1], fundador de la feria, cuya primera edición data de 1991, recuerda cuando le propusieron la idea, que surge de un encuentro de intereses: los de un grupo de artistas contemporáneos que quieren exponer y comercializar sus trabajos en canales alternativos y los de un centro comercial que pretende dinamizar su espacio.
Aguirre da la clave del buen funcionamiento de la feria artística en un espacio en principio tan descontextualizador como un centro comercial: «Tienes todas las ventajas de estar en la calle y ninguno de los inconvenientes. La ventaja de estar en la calle es que te ve muchísima gente que a lo mejor no viene a verte, pero se encuentra con la exposición y te ve. Y no tienes el inconveniente de estar en la calle porque hay calefacción, te puedes tomar un café, hay aparcamiento gratis… Y de cara a los artistas, que tenemos que comer, la gente viene a un centro comercial mentalizada de que hay cosas que se venden y que pueden comprar».
Cano Erhardt [3], uno de los fotógrafos participantes, destaca la curiosidad que demuestra el público asistente, que se para y mira detenidamente las obras. «Me han dicho que aquí pasan de media casi 15.000 personas al día», dice a colación del vasto tráfico del centro, virtud que beneficia a la feria. El artista presenta cuatro fotografías de calle tomadas en Nueva York, donde, según él, debido a la cultura del cine y la televisión, «la gente es muy receptiva a que le tomen fotos», por lo que considera que si un fotógrafo no logra un buen trabajo, «la culpa es suya».
Acercamiento
Parte feria, parte servicio cultural, por aquello de llevar el arte a «gente que normalmente no va a museos o galerías», según Aguirre. Los conocidos sentimientos encontrados que gran parte de la sociedad tiene con el arte contemporáneo. ¿El motivo? César Orrico [4], escultor participante con una «búsqueda de la anatomía como expresión artística», considera que «siempre se ha tachado al arte contemporáneo de estar aislado de la sociedad de a pie, de estar dirigido a sectores más exclusivos», creencia que suscribe Jesús Arévalo Jiménez [5], que presenta obras de talla directa: «Antes, el arte se hacía en función de la gente. Ahora ya no tanto. Llega un momento en que la gente deja de mostrar interés porque hace falta mucho esfuerzo para entender las cosas».
Un acercamiento en toda regla. «Es como desmuseizar el museo, quitar esos valores estereotípicos que ya tiene de por sí», afirma Alicia Mariña Correa [6], fotógrafa participante con una serie realizada en México que analiza cómo la sociedad preconcibe todo con estereotipos para más tarde hablar de ello «sin saber, mediatizados por la globalización». Sandra Val [7], cuyas fotografías de espacios abandonados buscan romper convencionalismos en un mundo lleno de probabilidades, incide además en que «la feria cuestiona los espacios convencionales».
El rumbo del arte
Los artistas reflexionan sobre el papel que juega el arte contemporáneo en nuestros días, que en palabras de Marta de la Sota [8] «está tomando un rumbo muy absurdo», ya que «todo necesita una explicación y casi es más importante la explicación que la obra en sí». Eva Navarro [9] continúa con esa idea: «Parece que ahora el arte te entra por el cerebro, no por los ojos». Sin embargo, las obras que presenta FLECHA juegan contra esa idea. La razón es, según Carolina Veramendi B [10], «el cariño en el trato, que las obras se ponen realmente en valor».
FLECHA se celebra en un momento ideal para el arte en Madrid. Obligada a celebrarse originalmente en estas fechas por su propicio espacio entre las rebajas de enero y la primavera, el evento aprovecha la llamada internacional de ARCOmadrid para conseguir una mayor atención, situación lógica, ya que, como comenta Aguirre, «el arco lanza la flecha».