Esta muestra tiene el objetivo de abordar los temas, los materiales y las técnicas artísticas que le interesaron a Durrio, pero también las relaciones que estableció en el parisino barrio de Montmartre, en donde vivió más de 50 años.
La personalidad artística de Durrio resulta poco comprensible si la separamos de ese entorno creativo y social en el que se desenvolvió. Sus amigos, la comunidad artística de la que formó parte y el estimulante entorno de la bohemia del París finisecular contribuyeron decisivamente a moldear la personalidad de un escultor que siempre buscó la perfección.
Paul Gauguin
Se presentan 160 piezas –óleos, esculturas, cerámicas, acuarelas, grabados y orfebrería–, entre las que se incluyen 65 trabajos de sus amigos y, especialmente, del más significativo de todos ellos, Paul Gauguin.
Tras los retratos de Durrio realizados por Echevarría, Guezala y Roy, abren la muestra los inicios de su trayectoria artística, representados por bustos y tondos academicistas de escayola, mármol, cerámica y bronce. Después les sigue la imagen del Montmartre de comienzos de siglo XX, reflejada en obras de artistas españoles e internacionales –Guiard, Zuloaga, Regoyos, Iturrino, Casas, Rusiñol, Hugué, Picasso, Chaplet, Sérusier o Monticelli, entre otros–.
Lo más personal
La selección de gauguins reúne más de 20 piezas, entre óleos, acuarelas, grabados y cerámicas, algunas de las cuales pertenecieron a la colección privada de Durrio. A continuación se recogen cerca de 80 piezas en metal y cerámica, que encarnan en seres enigmáticos su faceta más personal y creativa. Es precisamente en su trabajo como orfebre en donde, con un lenguaje puramente modernista, explora con mirada de escultor el mundo de ensueños y mitos que más tarde desarrollaría en sus cerámicas y esculturas.
La exposición concluye con una sección sobre la memoria y la muerte, en donde se muestran obras realizadas para el frustrado panteón de la familia Echevarrieta y fotografías y vídeos sobre el célebre Monumento a Juan Crisóstomo de Arriaga (1906-1932), situado en el exterior del Museo de Bellas Artes de Bilbao, y sobre el proyecto para el Temple de la Victoire (1919-1920), por el que Durrio fue nombrado caballero de la Legión de Honor de Francia, aunque nunca llegó a realizarlo.