El cuadro de historia fue el género más valorado en la pintura española entre 1856 y 1890. Entre sus cultivadores, Pradilla fue el que obtuvo mayor reconocimiento nacional e internacional. Su obra Doña Juana la Loca recibió el máximo galardón, la Medalla de Honor, en las exposiciones Nacional de Madrid de 1878 y Universal de París de ese mismo año. Tanto el cuadro como su boceto se exponen permanentemente en la sala 75 del Museo, frente a otra gran obra de historia, Fusilamientos de Torrijos y sus compañeros en las playas de Málaga (1888) de Antonio Gisbert. Pero la colección del Prado permite explicar, con otras obras, la dedicación del artista a esta temática, que inició con la copia de la obra de Lorenzo Vallés El cadáver de Beatriz de Cenci, punto de partida para la asimilación del lenguaje pictórico que el artista desarrolló de modo original en los años siguientes. Esta obra, reciente donación, se expone por vez primera.
En relación con su lienzo más famoso, el Prado conserva, además del boceto, el primer pensamiento pintado para esa obra, La reina doña Juana la Loca en los adarves del castillo de la Mota (1876). A ellos hay que agregar la copia grabada del lienzo final, de extraordinaria calidad, realizada por Bartolomé Maura. De la otra gran pintura de historia del artista, La rendición de Granada, realizada para el Palacio del Senado, guarda asimismo un estudio preparatorio tomado del natural para el caballo de Boabdil, titulado Caballo árabe del conde Bobrinski (1880).
Tanto el lienzo de La rendición de Granada como el de Doña Juana reflejan el máximo esplendor de la pintura de historia. Sus asuntos transcurren en el periodo de finales del siglo XV y principios del siglo XVI, época en la que se articuló la mayor parte de la producción posterior del artista relacionada con el cuadro de historia.
Con posterioridad a la crisis del 98 hubo un resurgimiento muy específico de la pintura de historia, con un carácter casi de reconstrucción de ambientes del pasado. Pradilla era el artista más dotado para ello por su virtuosismo y logró plasmarlos de un modo sorprendentemente vivo en obras como La reina Doña Juana la Loca, recluida en Tordesillas, con su hija, la infanta Doña Catalina (del que existen dos versiones en el Prado de 1906 y 1907) y Cortejo del bautizo del Príncipe de Don Juan, hijo de los Reyes Católicos, por las calles de Sevilla (1910). Los pintó por encargo de Luis Ocharan, un cliente culto, aficionado a la fotografía e interesado en la plasmación fiel de los tiempos pretéritos.
Como Fortuny, Pradilla alcanzó una gran calidad como acuarelista, que aplicó también, durante sus casi diez años en Italia, a los asuntos históricos. De entre estas obras destaca El Dux Marino Faliero [1], probablemente su mejor acuarela, en la que aborda al LV Dux de Venecia, decapitado en 1355 por conspirar contra las instituciones venecianas, un personaje que dio lugar a numerosas pinturas en el siglo XIX.
Esta exposición, comisariada por Javier Barón, jefe de Conservación de Pintura del siglo XIX del Prado e incluida dentro del programa Presentación de colecciones del Siglo XIX, cuenta con el patrocinio de Ramón y Cajal Abogados.